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 domingo, 22 de febrero de 2004

La saga de un sujeto escurridizo y perverso

La última vez que el Loco de la Escopeta mostró que es capaz de matar disparando munición de plomo contra un lugar público fue el 26 de agosto pasado, cuando apuntó a un 110 que viajaba con 50 pasajeros por 27 de Febrero y Corrientes. Todavía estaba fresco el resultado de su aparición anterior, cuatro meses antes: la muerte de Florencia Rubino, de 12 años, al recibir el escopetazo en su cabeza cuando viajaba en un colectivo atacado por el loco unas cuadras más al oeste.

Entonces, como en los 11 años que lleva disparando contra locales comerciales, vehículos y colectivos, dejó sumida en el desconcierto a la policía, que pese a haber creado un gabinete especial para encontrarlo y difundido un foto fit de su posible rostro todavía no pude dar con él.

Se le atribuyen ataques desde 1992 en una plaza de Castellanos y Córdoba, con munición calibre 32. La misma que usó en los años subsiguientes, hasta el 9 de septiembre de 1995. En ese lapso se produjo el crimen de Carolina Salgado, herida de muerte en Eva Perón al 4400. A partir de ahí, entienden los expertos, fue aumentado su capacidad ofensiva y disparando, en general contra ventanillas de colectivos del transporte urbano.

De su accionar se desprende que dispara en avenidas de doble mano, desde un vehículo en movimiento que circularía en sentido contrario al colectivo elegido, y que no busca dañar a una persona en particular aunque ese resultado está previsto en su plan. El 19 de abril del año pasado mató a Florencia Rubino en 27 de Febrero y Pueyrredón y en el ataque siguente al micro de la línea 110, hubo dos heridos leves. Quienes lo buscan lo imaginan como un hombre sagaz, solitario y escurridizo. Que juega con la conmoción para escapar sin ser visto, busca notoriedad y deja pasar el tiempo antes de volver a la carga.

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