| domingo, 22 de febrero de 2004 | Perdigonada de plomo contra una 4x4 en Arroyito Varias alarmas se activaron otra vez tras el Loco de la Escopeta Esta vez no fue contra un ómnibus. Pero tiró alguien de un vehículo en movimiento, en una avenida de doble mano y sin ser visto. No hubo heridos. La policía, alerta María Laura Cicerchia / La Capital El vidrio del acompañante de una camioneta Ford Explorer que se encontraba en la playa de la estación de servicios de Avellaneda y Luis Cándido Carballo fue atravesado por una escopetazo disparado por un vehículo en movimiento, en lo que podría ser un típico ataque del Loco de la Escopeta, aunque hasta anoche la policía no rotulaba el caso como una incursión más del tirador serial. "Esto pudo ser un desastre. Fue algo fortuito y no tenemos más que conjeturas sobre lo que pasó. Pero cualquier persona con más de un metro setenta de estatura pudo haber muerto", dijo con preocupación Roberto Montes, el dueño de la chata, que en el momento del disparo se encontraba dentro del minishop tomando un café con su mujer.
La modalidad del disparo es la misma que caracteriza a los ataques del loco de la escopeta: fue efectuado (según las víctimas escucharon de la policía) con una escopeta calibre 12.70, desde un vehículo en movimiento, sin un blanco preciso, contra un lugar con aglomeración de público, desde una avenida de doble circulación y por un tirador que escapó sin ser visto. Pese a ello, hasta anoche la policía no se animaba a encuadrar directamente el episodio con los que se atribuyen al loco de la escopeta. El maniático al que le endilgan un centenar de ataques y dos muertes en los últimos once años (ver aparte).
El disparo se produjo a la mañana en la estación de servicios Petrobras, sobre la ochava noroeste del cruce entre las dos avenidas. Roberto Montes, un histórico empleado estatal de 49 años, llegó allí con su señora Mónica luego de que éste se sometiera a una revisación médica. Antes de dirigirse a su casa de Barrio Industrial pasó por la estación para cargar combustible y sacar un turno para lavar su camioneta Ford Explorer blanca modelo 77. Mientras esperaban decidieron tomar un café en el minimarket, que en ese momento desbordaba de clientes.
La camioneta quedó estacionada frente a las vidrieras del minimarket que da a la playa sobre Avellaneda, a 45 grados. "En un momento escuchamos una explosión pero pensamos que había reventado algún neumático", contó Mónica a La Capital. En ese momento le restaron importancia y siguieron charlando unos 20 minutos más, hasta que la mujer decidió volver a su casa, a eso de las 10.30. Cuando pasaron frente su 4x4, Roberto ni siquiera advirtió el círculo del tamaño de un pocillo que había quedado en el astillado cristal del acompañante. Mónica se lo hizo notar: "Parece que tiraron un piedrazo. Te quisieron robar el estéreo", dijo, extrañada porque no había sonado la alarma. Pero cuando abrieron la puerta notaron que se trataba de un balazo -supieron luego- de escopeta. Los perdigones habían rasgado el tapizado del parasol del acompañante, donde guardan la documentación del vehículo. Y luego rebotaron hasta dañar el tapizado del techo.
Hurgando en ese hueco, los policías que llegaron más tarde encontraron restos de perdigones muy deformados. Los agentes de Balística, Homicidios y la seccional 9ª acudieron por el llamado que hicieron los responsables de la estación. Roberto estaba sorprendido y casi no podía explicarse el entusiasmo de los investigadores por tomar fotos y mediciones. Unos metros más lejos sobre Cándido Carballo encontraron otros perdigones y un taco, según el hombre, calibre 12.70.
Todo el material secuestrado fue enviado al laboratorio de la Unidad Regional II para ser analizado y cotejado con lo hallados en otros escenarios que estuvieron bajo la mira del escopetero. Por la dirección del disparo los investigadores suponen que su autor circulaba por Avellaneda hacia el sur y que lo efectuó casi a la misma altura que lugar donde impactó aunque "en dirección oblicua a la chata", como si ya la hubiera sobrepasado al gatillar, indicó el comisario inspector Alejandro Franganillo, jefe de Unidades Especiales.
Como de costumbre, no hubo ningún testigo de la agresión. Los empleados de la playa se sobresaltaron por la detonación pero no supieron a qué adjudicarla. "Cuando descubrimos la rotura del vidrio uno de los playeros dijo que había sentido un zumbido, pero que no le prestó mayor atención", dijo Montes alarmado por el desastre que hubiera ocurrido si el disparo tenía otro blanco.
Por el tipo de arma usada y el lugar desde el que se accionó, la policía descarta que el disparo fue al azar. El tirador no pudo haber apuntado en forma directa a la camioneta porque se encontraba a 60 metros de ella y, además, los disparos de escopeta no tienen un sentido direccional sino que desparraman perdigones en forma de racimo. enviar nota por e-mail | | Fotos | | La Ford Explorer fue baleada en Avellaneda y Tres Vías. | | |