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 domingo, 01 de febrero de 2004

Vocaciones a prueba
Los científicos realizan sus investigaciones en zonas aisladas y de difícil acceso

Adrián habla mucho, Silvia es más reservada. "Por algo soy bióloga", dice ella, convencida, y él, un géologo, se detiene en largas explicaciones sobre los suelos que están a un kilómetro debajo del hielo. Los científicos son una raza. La clase de hombres y mujeres capaces de penetrar en una cueva congelada o adentrarse en una grieta, compartir horas con aves o extraer muestras de líquenes sumergidos y helados.

La misión de preservar el medio ambiente y estudiar medularmente el comportamiento del suelo, la glaciación o la reproducción de aves recae en la Dirección Nacional Antártica, un ente que regula las actividades argentinas en el Continente blanco. De esta repartición dependen los investigadores científicos.

"Mi proyecto es de investigacion de hidrología y hidrogeología" cuenta el geólogo Adrián Silva. Esta vez pasó poco tiempo haciendo trabajo de campo: "en los campamentos la cosa no es fácil, ya que por lo general se los ubica en lugares distantes, a unos 30 kilómetros de las bases, en zonas de difícil acceso. Llegamos en helicóptero o en un Twin Otter, un pequeño avión de transporte. En el campamento nunca hay menos de tres personas ni más de ocho".

Sigue el geólogo: "el viento es fuerte en esos parajes, y más al sur se vuelve peor. El frío puede llegar a los veinte grados bajos cero. En un día común la rutina es levantarse a las siete, desayunar y salir al terreno. Si es un buen día no parás al mediodía. Volvés a la noche, tipo ocho u ocho y media, preparás la cena y a dormir".

Continúa hablando, no para. "He visto científicos bajar a grietas de más de 30 metros, allí las capas geológicas se ven perfectamente y no medís los riesgos. Esta es la séptima vez que estoy acá, lo que pasa es que la Antártida es un lugar de amores y odios, te enamorás no sabés por qué. A veces parece loco, pero llegás a Buenos Aires y en cuatro meses querés volver".


"Soy feliz"
En los llanos helados se cruzan paleontólogos, biólogos, geólogos. "El trabajo interdisciplinario es muy exigente e interesante", dice el geólogo.

Silvia parece tímida. "Hace tiempo que me gusta el ecosistema antártico, es lo que estudié", cuenta. Busca bacterias en aves y en el medio ambiente. Tres meses estuvo en Esperanza, con mañanas iguales de días iguales. Llamadas a Buenos Aires y mails a su marido, también biólogo.

"Me levanto a la mañana y busco muestras para otros científicos y hago mi trabajo", relata Silvia. Trajo doscientos kilos de probetas, estufas, retortas. "Perseguí esto durante mucho tiempo. Soy feliz al venir acá".

De la soledad no habla, se ríe. "En la base Esperanza hay internet y teléfono. Extrañamos la familia no más que lo normal, por algo sos biólogo o geólogo, sabés que vas a ir al terreno. Son carreras de vocación muy fuerte y dedicarte a otra cosa es perder la personalidad", dicen Silvia y Adrián.

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Al día. Los científicos en el viaje a la base Marambio.

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