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 domingo, 01 de febrero de 2004

Katia, la chica que no dejó de extrañar

Katia llora y se queja, pero el ruido del avión no deja escuchar su llanto con claridad. Los vuelos en el Hércules no son de lujo e incluso están lejos de una clase económica de cualquier aerolínea. Pero el padre de la chica, Roberto, es aeronáutico y en la familia el Hércules es la señal de que papá vuelve a casa, que a la hora de la cena la familia volverá a reunirse.

Roberto es suboficial, electricista, vino hace tres meses y no sabe si va a volver. Marcela es la mamá de Katia y esperó en Comodoro Rivadavia, pacientemente, este largo tiempo. Noventa días que no pasaron nunca hasta hoy, cuando viene con sus hijas a buscar a su esposo y va a pasar una noche en el albergue femenino de la base, en familia.

Se casaron en Córdoba, la tradición aeronáutica de la provincia hace que muchos sean de esa provincia. Hace cinco años que están en Comodoro. "Es lindo, pero extraño Córdoba", dice Marcela en voz baja.

En octubre el suboficial decidió ir a relevar a otros camaradas. No sabe si va a repetir la experiencia. Marcela quedó sola, y Katia no la pasó bien.

"Estás solo, con un montón de personas pero solo. Hice tareas generales, limpieza y mantenimiento, revisé hangares y tuve frío, pero eso no es lo peor. Lo peor es que hay cosas de las que no te enterás", y mucho de lo que pasó en su casa el suboficial no lo supo, aún no lo sabe.

"Katia al principio buscaba al padre. Lloraba de noche y no comía. Fui al médico y me dijo que estaba triste, que la mandara al jardín. Aunque no tiene la edad, la mandé igual y nada, seguía llorando porque extrañaba al padre, incluso bajó de peso. Y qué le vas a decir al padre, él está lejos y no puede resolver nada, estás sola con las nenas".

Para Roberto, que escucha y algo entiende pero que no pregunta mucho, el llanto de su hija es una puñalada. "Ya está papá acá", le dice a la niña, que no quiere que se aleje ni por un segundo. La última vez se fue por una eternidad.

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El reencuentro de Katia con su padre.

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