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 domingo, 01 de febrero de 2004

¿Te acordás, hermano? Mario Garelli, un goleador en El Dorado
Deportes Quindío de Colombia disfrutó de sus conquistas durante cuatro años, luego de que jugara en su Paganini Alumni, Sparta, Racing y Argentino

Javier Parenti / Ovación

Con 22 años tuvo la gran chance de jugar en Racing. Corría 1945 y el Negrito Garelli se metía en el fútbol grande de AFA. La academia no andaba bien pero él cumplió con creces, al punto que convirtió 4 goles en sólo 8 partidos. Sin embargo, un cambio de entrenador -sí, ya en esa época- lo dejó fuera del equipo. El visionario fue nada menos que Guillermo Stábile. Pero aunque Mario pensó entonces en dejar el fútbol apareció el ofrecimiento de José Martín Olaeta para sumarlo a la primera salaíta. Aceptó y jugó cinco años en Argentino, del 46 al 50. Y se destacó por sus conquistas: 18 en el primer torneo, otros 18 en el siguiente, 7 entre 1948 y 1949 y los últimos 9 con la camiseta alba en 1950. Y cuando el 51 recién se asomaba se fue de gira a Colombia, por tres meses, y se quedó cuatro años en el Deportivo Quindío, cuando la leyenda de "El Dorado" llamaba a probar suerte y sumar algunos billetes más grandes que los que entregaba el profesionalismo argentino.

Racing le había pagado 5.000 pesos a Sparta por su pase, y tras jugar los primeros partidos del año en reserva, el 3 de junio le tocó debutar en la cancha de San Lorenzo. "Había como 40.000 personas, era impresionante. Más para mi que estaba acostumbrado a partidos con no más de mil hinchas. Encima, Zubieta no me dejaba un segundo libre", recuerda.

En aquel equipo compartía cartel con los rosarinos Monestés, Strembell, Camer, Fiori y D'Alessandro; le marcó goles a Lanús, Ferro, Central y Atlanta; y enfrentó a los dos grandes: River y Boca. Y de sus conquistas recuerda que "el gol a Atlanta fue a los 2' y por él gané la copa Café Sorocabana, un premio al gol más rápido del torneo".

"Para qué me iba a quedar si el técnico no me quería. Entonces me volví y pensé en dejar de jugar. Pero una noche que estaba en casa, vino un hombre diciendo que el presidente de Argentino le había pedido que me llevara sí o sí. Y lo acompañé. En el club estaba Olaeta, me preguntó qué me pasaba y enseguida ordenó hacer un cheque de 1.000 pesos y me lo dio. ¡Cómo no iba a aceptar!", recordó Garelli.

Y el debut en el ascenso de AFA fue "con un gol a Estudiantes, le ganamos 3 a 1, fue el 25 de mayo del 46", repasa mientras muestra los recortes atesorados en un álbum y las revistas de su época. Las que ratificaban las condiciones del zurdo nacido en Paganini, el Granadero Baigorria de hoy.

Y su última conquista fue nada menos que "para ganarle 1 a 0 a Central Córdoba", el 21 de octubre del 50. No podía ser mejor despedida para emprender el viaje a la conquista de "El Dorado colombiano".

"El que me invitó a ir fue José Francisco Lombardo, junto a muchos rosarinos que bajo la dirección técnica de José Próspero Fabrini (una persona extraordinaria y un técnico ejemplar) viajamos como un equipo llamado Wanderers. Allá jugamos varios amistosos y finalmente el Deportes Quindío -se fundó a principios de ese año- nos contrató a todos para representarlos en el primer campeonato", explicó Mario y nombró a sus compañeros: "los arqueros eran Bianchi y Tisera, Lombardo y Enrique Maffei los backs, la línea media de Tiro integrada por Manuel Sánchez, Enrique González y Nicolás Carugno; y entre los delanteros estábamos Alberto Belén, Fabrini, Alfredo Laspina, Norberto Urruti, Elger Alarcón y Cazaubón. Otros de los muchachos era Osvaldo Pérez, Cuello y Ciraolo".

"En el primer torneo terminamos cuartos, en el segundo quintos y yo terminé a dos goles de Alfredo Di Stéfano, que era la figura del gran Millonarios, el jugador más grande que existió, superior a Maradona porque era más completo y jugaba bien en cualquier sector de la cancha. Y el mejor año fue el 53, porque fuimos subcampeones y me consagré goleador del torneo con 20 tantos; mientras que en el 54 hice 14 y también fuimos segundos", cuenta antes de que Nelly, su esposa, acotara que la mayoría "fueron de cabeza" y él agregara que los restantes eran "pegándole de primera".

Y pegó la vuelta. Tras un breve paso por Chile, en Santiago Morning, "donde fui con Sánchez, pero eran todos carboneros. El único que jugaba bien era Ormazábal, los demás te daban el pase de punta. Jugué 4 ó 5 partidos y me volví". A su casa, justito al lado de su Paganini Alumni, el club de toda su vida. Ahí donde aprendió a correr detrás de la pelota y en donde jugó al lado del mejor wing izquierdo que lo acompañó, su amigo Manuel Giménez. El culpable de llevarlo a Sparta, para darle ese empujoncito para que el Negrito triunfara en el fútbol sudamericano.

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Garelli posa orgulloso junto a sus recuerdos.

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