| domingo, 28 de diciembre de 2003 | Algo para celebrar, si no fuera una excepción Hernán Lascano / La Capital El proceso que terminó con el traslado de Tulio a un instituto psiquiátrico incluyó psicodiagnósticos, intervención de una psicóloga de parte, dictámenes de juntas forenses, la aceptada propuesta familiar de costear su tratamiento, su permanencia excepcional fuera del ámbito ordinario de detención. Se hizo con Tulio lo que busca el Derecho de Menores: desdoblar la parte procesal, que tiene que ver con la investigación de los delitos, de lo tutelar, que prioriza el cuidado y la recuperación de la persona por sobre la sanción. Algo para celebrar.
Lo que no es para celebrar es que se haga exclusivamente con una persona. Este señalamiento, reiterado en este diario, no buscó jamás privarlo a Tulio del tratamiento particularizado o de los beneficios que la ley prevé para chicos en su situación. La pregunta es por qué sólo con él. La respuesta está en su condición social. Paradójicamente, muestra cómo el sistema puede funcionar, aunque sólo por excepción.
Pongamos las cosas sin nombres propios, considerando actos genéricos y no a sus autores. ¿Cómo procede el sistema judicial en Rosario con un chico acusado de un delito a mano armada contra la propiedad? Es claro que no sólo privándolo de tratamiento individual, sino confinándolo a algún sitio que apenas funciona como depósito de personas. ¿Cómo lo hará con un chico acusado de la eliminación física de dos personas y de colocar un artefacto explosivo en el baño de un colegio? Seguramente, de la misma manera. Aquí, sin embargo, hubo razones materiales para que sucediera otra cosa. Hubo un chico que gozó de un resguardo privilegiado, que nunca fue mezclado con otros detenidos, recibió visita constante y tuvo una contención familiar y del sistema inédita. Tulio o cualquiera merecen y deben tener esa preocupación del Estado.
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