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 domingo, 14 de diciembre de 2003

El fútbol según la zurda de Garrafa
Sánchez enloqueció a todo el equipo de Central

El personaje en cuestión tiene 29 años, aunque parezca bastante más añejo, no porta un físico que lo caracterice como futbolista y es probable que en un pique corto pierda hasta con el más flojo de los deportistas amateurs. José Luis Sánchez, de él se trata, guarda en sus pies el más elemental de los atributos del potrero. Ah, también habla bastante. Otra condición fundamental dentro de los parámetros que se deben manejar para poder prevalecer en los campitos en los que todavía se juega por la camiseta. Y hasta por la gaseosa como el más preciado de los tesoros.

Cualquier parecido con el profesionalismo es mera casualidad, pero se debe inclinar la cabeza ante las evidencias.

Garrafa, un apodo devastador para cualquier futbolista que se precie de tal, enfureció a todo Central hasta sacarlo de quicio. Lo padecieron los defensores, Gaona, los mediocampistas y los delanteros. Hasta Russo perdió su compostura y la gente pidió que lo ajusticien cada vez que un jugador canalla fue a buscarlo.

Honor y gloria a un jugador que se ríe de los preconceptos y da por tierra con cualquier lógica que pueda enquistarlo en una categoría de deportista alejado de las grandes luchas, lejos del protagonismo.

Un serio llamado de atención para la estrategia montada por Central para ganarle a Banfield y quedarse con el tan deseado tercer puesto que no pudo ser.

Cuentan que Renzo Ruggiero era el hombre indicado para tomarlo, pero Garrafa se fue a vivir sobre los laterales. Es más, cuando se anunció la formación del equipo de Falcioni se suponía que jugaría con un solo delantero (Bustos Montoya) y que Sánchez, el de Banfield, deambularía por el sector medio con la misión de ralentar cada jugada que lo tuviera como participante.

Todo lo contrario. El fue el conductor del partido. Manejó los tiempos de Banfield, escarbó en lo más bajo del temperamento auriazul hasta poner al borde la expulsión a por lo menos tres jugadores del equipo de Russo. Recibió un botellazo lleno de impotencia cuando fue a ejecutar un córner. Hizo un golazo. Se tomó todo el tiempo del mundo para alejarla, con su prodigiosa zurda, de las garras de Gaona y una vez logrado el primer objetivo, que la comba la acomodara contra el caño derecho.

Se rió de los prejuicios y de las apariencias. Fue el fútbol según Garrafa.

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