| domingo, 07 de diciembre de 2003 | | El espectáculo del ruido en la Fluvial Podría sumarse a la guía de espectáculos que no precisan pagar entrada, aunque es dudoso el disfrute que provocan. "Hoy, gran ruido gran", podría ser el anuncio para que aquellos que se deleitan con los decibeles altos concurran, y quienes sufren por ellos huyan. El problema es que muchas veces no se pueden evitar. Es lo que les ocurre a miles de vecinos que viven en la zona de la Estación Fluvial y cada fin de semana son obligados a asistir a un evento para nada atractivo: las reverberaciones musicales de los boliches que han elegido esa zona para instalarse. Hace tiempo que funciona uno y ahora proyecta mudarse otro. Sin necesidad de hacer mediciones del impacto acústico, cualquiera que pase a cien metros de la Estación Fluvial percibirá que es ahí donde la ciudad parece que va a estallar. ¿En qué escritorio habrá quedado el proyecto para instalar los boliches rosarinos en una zona donde no molesten a nadie? ¿Habrá inspectores que hagan mediciones de ruido el fin de semana? Preguntas que nadie se anima a responder, al menos por ahora.
| Dos expertos en la noble bebida La reunión organizada en un hotel céntrico por una prestigiosa bodega y destilería que ha decidido incursionar en el competitivo mercado de los vinos finos fue estructurada con absoluta lógica: primero, una conferencia dictada por un especialista que estuvo apoyada por la proyección de diapositivas; segundo, la cata de los productos acerca de cuya fabricación cada uno de los asistentes ya se habría transformado en un experto. Claro está que la segunda instancia del evento despertó mucho más entusiasmo que la primera. Sin embargo, los a esa altura devenidos auténticos sommeliers fueron respetuosos de las instrucciones recibidas, consistentes en catar en primera instancia los vinos más simples para terminar en los más refinados y complejos. Claro que tanta obediencia desembocó en problemas impensados. Es que no fueron pocos los que después de la tercera copa empezaron a sufrir las consecuencias de la ingesta de alcohol a una hora desacostumbrada, a pesar de que el catering que acompañaba a las bebidas era tan tentador como abundante. Y así, fue posible observar rostros cuya coloración era mucho más acentuada que lo normal, y algún que otro mal paso con efectos poco aconsejables para los trajes de los presentes. Por supuesto que ninguno de estos inconvenientes aquejaron ni al robusto periodista gráfico ni al veterano jurista y hombre de campo. Es que ambos son avezados bebedores y en ningún momento dejaron atrás su equilibrio. Felicitaciones.
| Tiburón, pero de agua dulce El avezado periodista político local tiene muy claro que el estrés resulta destructivo. Fanático insobornable de la vida sana, su pasado de bohemia no le impidió convertirse en un cruzado en la lucha antitabaco y consumir yogur descremado a cualquier hora del día (pero no de la noche). Sin embargo, la clave de su impecable estado físico y su bronceado símil Caribe son sus escapadas a la piscina de un club céntrico. Entre nota y nota, se escabulle de la mirada de su implacable jefe y nada varios largos a la velocidad del rayo mientras las mujeres presentes lo devoran con la mirada. Un auténtico tiburón de agua dulce. | | | | "La Secretaría de Cultura de la Nación no puede beneficiar sólo a Buenos Aires" Torcuato Di Tella Secretario de Cultura nacional | Ver noticia | | |