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 domingo, 07 de diciembre de 2003

El titular del área habló con La Capital
Di Tella: "La Secretaría de Cultura de la Nación no puede beneficiar sólo a Buenos Aires"
Quiere pasear por todo el país las colecciones de arte que hasta ahora parecían patrimonio de los porteños

"En general, los periodistas no me aburren, me molestan. Pero para eso están. Son como el tábano". Torcuato Di Tella, comienza la entrevista con La Capital disparando una broma, que en el fondo encierra algo de verdad. A sus 73 años, decidió debutar en la función pública subiéndose al Tren K y ocupando la Secretaría de Cultura de la Nación. El sociólogo e ingeniero industrial, es dueño un agudo sentido del humor y un amplio manejo de la ironía. Asegura que no le interesa la cultura y que Buenos Aires lo asusta. Encaró una política de descentralización en el área que comanda y está dispuesto a pasear por todo el país las colecciones de arte que hasta ahora estuvieron encerradas en Capital Federal y que parecían patrimonio sólo de los porteños. El martes y miércoles pasados el funcionario estuvo en Rosario donde resaltó tres decisiones que benefician a la ciudad: la designación como sede del Congreso Internacional de la Lengua Española, la mudanza del Museo Nacional de Arte Oriental y la creación del Instituto Juan B. Justo.

-Usted nunca había sido funcionario. ¿Cómo se le ocurrió debutar en esto a los 73 años?

-¿Y cómo se enteró de la edad?... Los periodistas son enemigos (bromeó). No es que me interese la cultura, lo que me importa es el fenómeno político que se está dando en el país. Siempre dije que hay que lograr una convergencia entre la izquierda democrática y un peronismo reciclado. Como eso está ocurriendo y yo participé un poco, entonces no pude zafar y tuve que agarrar la Secretaría de Cultura.

-¿Y cómo se siente en ese lugar?

-Y bueno...acá estoy. Es una experiencia. No tengo capacidad para la administración, pero tengo que aprender el oficio. Llego al cargo para apoyar esta transformación.

-¿Y qué encontró en la Secretaría?

-Tenemos menos presupuesto que la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Por eso digo que soy el secretario de Cultura Nº2 de Buenos Aires y la mayoría de las actividades se realizan en Capital Federal. Las bibliotecas populares viven prácticamente de la caza y de la pesca. La Biblioteca Nacional hace más de 5 años que no paga los servicios de limpieza y seguridad a una empresa privada. Hay muchas cosas que corregir. Uno va encontrando muchos hormigueros y eso es muy tremendo. Pero no se puede cambiar de un día para el otro.

-¿Usted encaró una política de descentralización en la secretaría?

-Sí, porque realmente es un escándalo que no haya descentralización. Estamos promoviendo una renovación. No son ideas fantásticas. Son cosas posibles. Pero no tenemos plata para hacer todo lo que quisiéramos. Para encarar estos cambios se necesita apoyo político y recursos económicos. El apoyo político lo tengo, pero no tengo cara para ir y decirle al presidente que me dé más guita. Quiero sacar afuera a la secretaría. Voy a llevar colecciones de arte a todo el país y voy a abrir museos fuera de Buenos Aires. Capital Federal tiene 11 millones de habitantes. Un millón vive muy bien a costa de los otros 10. Yo estoy entre ese millón. Pero esa situación me asusta. Eso tiene que cambiar. No quiero mudar la capital. Me gusta Buenos Aires. Pero creo que la Secretaría de Cultura de la Nación no puede beneficiar sólo a Buenos Aires, sino a todo el país. Hay que hacer cosas en todas partes.

-¿Piensa abrir en algún lugar un museo de la memoria donde se presente material referido a los hechos vividos durante la dictadura militar?

-En realidad no lo hemos pensado, pero es una propuesta interesante que podemos trabajar.

-¿Cómo ve hoy al país?

-Estamos muy lejos de ser el último orejón del tarro y fuimos el primer orejón del tarro, alguna vez.

-¿Hasta cuándo dura la luna de miel con Kirchner?

-Como soy parte de la luna de miel, no lo sé. Estoy sorprendido de la popularidad que tiene el gobierno. Se ha dado un vuelco de opinión que es parte de la reacción nacional. No es que el gobierno sea tan bueno, sino que es como un tipo que está enfermo y que tiene depresión crónica. La Argentina estaba con una especie de depresión psicótica y de golpe se planteó una situación de optimismo que no sé si es psicótico.

-¿Entonces se puede decir que este es un país psicótico?

-Y, sí. Si queremos hacer la metáfora... aunque yo no creo demasiado en ese tipo de paralelismo, salvo como forma de decir. A mí me parece que esta opinión a favor del gobierno probablemente se deteriorará algo. No hay ningún gobierno que tenga el 80 por ciento de la opinión favorable por cuatro años. Eso es medio difícil. Como soy parte del gobierno, no soy el más indicado para opinar sobre eso. Creo que hay mucha gente que no votó por el presidente actual y que es peronista, pero que está viendo que se hacen cosas, como renovar la Corte Suprema de Justicia, remover la policía y activar los derechos humanos, y eso atrae a muchos sectores.

-¿Cómo es Kirchner?

-No lo conozco demasiado. Tuve unas entrevistas que salieron publicadas en un libro. Pero por mi experiencia, puedo decir que es una persona que sabe escuchar. Eso no implica que crea todo lo que le dicen, pero sabe escuchar. Además, no se pone nervioso cuando le dicen algo distinto a lo que él piensa y eso me parece positivo.

-¿Cómo analiza el fenómeno Kirchner?

-Me parece que ahora, con el apoyo que tiene de la centroizquierda, está pareciéndose cada vez más a un partido popular democrático como podría ser el partido demócrata norteamericano. La mayor parte de los empresarios estadounidenses no están con los demócratas, sino con los republicanos, pero eso no quiere decir que sean enemigos. Son adversarios, tienen opiniones distintas de cómo manejar las cosas. El empresariado no votó por Kirchner y no simpatiza con esta posición, sino que preferiría quizás un López Murphy, un Menem o un Menem reciclado. La Argentina va hacia una polarización entre la centroizquierda y la centroderecha, pero ambos sectores van a ser civilizados.

-En algún momento usted planteó que para combatir la dependencia había que usar el capital internacional y negociar con él para no ahuyentarlo. ¿Eso es lo que está haciendo Kirchner?

-Sí, sí. La realidad nos muestra que la Argentina se destruyó en una guerra civil de 50 años. Era una lucha de todos contra todos. Como no nos pudimos destruir, entonces tenemos que convivir. El gobierno es producto de la transformación del país y del peronismo. No hay mejor forma de manejar la sociedad democrática que a través de los partidos políticos, y si bien éstos son una debilidad en la Argentina, son la base del sistema. Creo necesario poner el hombro a este cambio político y cultural que vive el país.

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Di Tella quiere aprender a ser funcionario.

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