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 domingo, 16 de noviembre de 2003

El hijo mayor del ex cónsul Stanley Sylvester no perdona al líder del ERP
"Mi padre nunca hubiese permitido que Gorriarán ingrese a su casa"
Desde Canadá, donde reside hace años, repudia el encuentro de reconciliación con sus familiares en Rosario

Carlos Vallejos / La Capital

"Mi padre nunca hubiese permitido que Gorriarán Merlo ingrese a su casa, y la actitud de mi hermano de encontrarse con ese individuo fue un insulto para la memoria de mis padres", sorprendió desde Canadá -donde reside desde hace casi 28 años- Keith Sylvester, el hijo mayor del fallecido Stanley Sylvester, el cónsul inglés secuestrado por el ERP en mayo del 71.

En contacto con La Capital, Keith dijo estar "convencido de que (Enrique) Gorriarán Merlo organizó ese encuentro con un propósito exclusivamente publicitario, y que, en todo caso, si deseaba realmente disculparse, lo hubiese hecho en privado".

Luego manifestó su desacuerdo con la decisión de Juan Sylvester de recibir al responsable intelectual del secuestro de su padre en la casa donde éste vivió y de la que el 23 de mayo de 1971, a las 9.30, fue raptado por tres integrantes de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

"Me sorprendió mucho la actitud de mi hermano; debe tener memoria muy corta", fue su mesurado reproche. Aunque luego recordó -le recordó- la "agonía" que soportó su madre en aquel momento, "a quien en la semana del cautiverio se le volvió blanco el cabello".

El primogénito del primer secuestrado por el ERP en Rosario y, por entonces, gerente del Frigorífico Swift y cónsul honorario de Inglaterra en la ciudad, no sólo salió públicamente a restarle legitimidad , al menos en lo que él le toca como descendiente directo de Stanley Sylvester, al promocionado "perdón" de Gorriarán: el reproche a sus familiares pone de manifiesto que a pesar de los años transcurridos las heridas abiertas por décadas de violencia siguen abiertas.


Memoria de un secuestro
El encuentro entre Gorriarán, uno de los hijos y un nieto (Donald) de Stanley Sylvester se registró el pasado viernes 7. La Capital fue testigo del acontecimiento y lo publicó el domingo pasado. El diálogo comenzó con cierta tensión pero luego se fue distendiendo. El ex líder del ERP (quien estuvo preso desde el 95 por el ataque a La Tablada hasta que fue indultado por el ex presidente Eduardo Duhalde) les reveló que cuando estaba en la cárcel "pensaba en ver a Stanley para pedirle perdón, disculparme, por dos razones: por haber actuado con dignidad durante su cautiverio y porque siempre aclaró que (sus raptores) lo trataron bien".

Gorriarán no pudo cumplir su deseo. Cuando intentó tomar contacto con quien fuera su víctima, sus familiares le informaron que Stanley estaba muy enfermo. El día que fue recibido en la vieja casona de Fisherton por Juan y Donald, el ex cónsul hacía 20 días que había fallecido, a los 91 años.

El secuestro del gerente del Swift fue un suceso en Rosario. La Capital le dio un amplio despliegue y siguió las tratativas para su liberación. El ERP le exigió al Swift que reparta alimentos y útiles escolares en barrios pobres. El frigorífico cumplió y el prisionero fue liberado. Stanley estuvo una semana encerrado en el sótano de una casa de barrio Acíndar, donde jugó ajedrez con sus captores. El ex cónsul siempre dijo que lo habían tratado bien.

El viernes 7, en la amplia casona de bulevar Argentino 8455, Gorriarán intentó hacer ameno el diálogo con los familiares de Sylvester contando anécdotas del secuestro. No obstante, en un momento Juan puso algo de distancia cuando le advirtió: "Si fuera el hijo del general (Pedro Eugenio) Aramburu -secuestrado y asesinado por Montoneros- probablemente no estaríamos hablando. Pero este caso fue distinto. Prácticamente no hubo secuelas, y no lo calificaría como un secuestro extorsivo, por dinero, sino propagandístico. No puedo decir que siento rencor, y si bien no comparto la ideología del ERP, debo pensar que lo hicieron por una causa".

Desde la otra punta de América, Keith manifiesta su desacuerdo con su hermano: "Yo opino que se trató de un secuestro extorsivo, porque siempre me pregunté: ¿qué le hubiera pasado a mi padre si Swift se hubiese rehusado a pagar el rescate?

Keith tiene hoy 63 años. Hace 28 que emigró con su familia a Canadá. Desde entonces dice que tuvo "la suerte de poder viajar tres veces a Argentina a visitar a mi padre y mi madre" y que el último viaje lo hizo antes de que ésta falleciera.

Prefiere no hacer comentarios sobre la actualidad del país ni referirse a la amnistía a Gorriarán porque no sigue el desarrollo de la política nacional. Quizá esa misma lejanía -geográfica y temporal- es la que lo lleva a comentar: "No tengo idea qué contemplaron mis familiares cuando aceptaron la entrevista con Gorriarán". Luego refiere que se enteró del encuentro "por amigos nuestros, que nos acompañaron en la angustia de esos días y nos advirtieron de los acontecimientos".

Aquella semana de mayo de hace 32 años quedó fijada para siempre en la memoria de la familia Sylvester. Keith contó que por voluntad de su padre, uno de sus hijos, Juan Pablo, "custodia todos los documentos sobre su captura", y que días pasados, en ocasión de su contacto con La Capital, éste se los trajo para repasar algunos pormenores del hecho. De esos papeles destaca el "comunicado Nº5" del ERP, cuyo último párrafo dice: "En caso de que la respuesta sea negativa (refiriéndose al Swift), se tomarán las medidas que este tribunal revolucionario decida".

Conciso como en toda su intervención en este caso, Keith concluye: "A Gorriarán no le deseo nada malo porque vivir con su conciencia es castigo suficiente".

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La familia Sylvester en 1971.

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