| domingo, 16 de noviembre de 2003 | Instantánea Nos disculparán por ceder a la tentación de la primera persona, pero también fuimos alumnos de los talleres de producción de la Escuela de Comunicación Social de la UNR. Fue entre 1986 y 1988, no hace demasiado, aunque en comparación, las elaboraciones de entonces y las de ahora, parecen mediadas por una era geológica. Hace 15 años tocar una cámara de video era casi tan exótico como tener un chimpancé en casa. Comisiones de 50 alumnos trabajaban por turnos con la única cámara disponible. Hablar de una isla de edición habría llevado a un alumno a preguntarse en qué océano quedaba. Salvo pocas excepciones, los trabajos del taller de televisión eran clips voluntariosos pero raquíticos, secuencias de montajes libres de imágenes fijas, recortadas de diarios o revistas.
Después de ver los trabajos actuales, salimos conversando del CEC. Nos defendíamos diciendo que no habíamos tenido suerte en no haber llegado a tiempo a los 90, cuando la tecnología de video, especialmente doméstica, se volvió económicamente más accesible y produjo usos culturales más extendidos. Y por lo tanto una familiaridad en los nuevos usuarios con la cuestión realizativa. Terminamos reconociendo que eso puede ser cierto, pero que hoy existe otra calidad y otra exigencia en las narraciones y en la realización, que habla de un camino más fecundo en el lugar donde nos formamos. Y entonces admitimos, "estos pibes nos pasan por arriba", para luego lavar nuestra alma reconociéndonos hijos de la misma madre: la universidad pública. Lo que también nos llena de orgullo. enviar nota por e-mail | | |