| sábado, 13 de septiembre de 2003 | En cuatro meses perdió a dos hijos por hechos de violencia Nora Rachid: "Me siento como un médico que no pudo salvar a quien más quería" La capacitadora en maltrato familiar es la madre de Yanina García, asesinada por un golpeador María Laura Cicerchia / La Capital "Me siento como un médico al que se le enferma un hijo y no lo puede salvar". Nora Rachid, fundadora de un centro comunitario que le da la leche a 300 chicos, capacitadora en maltrato familiar y referente del trabajo en organizaciones barriales, perdió en cuatro meses dos hijos que le arrebataron las mismas "situaciones problemáticas" que ella viene combatiendo desde hace 25 años: las adicciones y la violencia de género. A su hijo Benjamín, de 26 años, lo desplomaron de un balazo en la nuca a 50 metros de su casa de San Martín Sur, la barriada que al otro lado de la avenida de Circunvalación marca el límite de Rosario con Villa Gobernador Gálvez. Yanina García, de 22, apareció muerta en un descampado con un balazo en la frente por el que está preso su compañero, procesado por asesinarla en el trágico desenlace de una relación violenta.
Cuando Nora, una turca de 47 años y vivaces ojos azules, fue con su marido y su primer hijo a ocupar un terreno fiscal de ese confín de la ciudad adonde la había relegado una devastadora situación económica, sintió que algo tenía que cambiar para criar allí a sus hijos.
"Cuando llegué a San Martín Sur sentí que esa no era mi realidad. No me gustaba el entorno y decidí hacer algo porque quería un lugar mejor para mis hijos", desgrana su historia Nora. De a poco esa casilla que levantaron ellos mismos en Platón al 1100 fue creciendo para alojar a sus diez hijos. A la par se fue gestando el Centro Comunitario Lola Mora, que hoy contiene una copa de leche para 300 personas, un costurero y talleres de prevención en violencia familiar, autoestima y adicciones. Y que fue el inspirador de dos documentales de Lucrecia Mastrángelo.
Una tortura cotidiana Jésica Yanina García era la tercera de los diez hijos que Nora tuvo y crió junto a su marido, Oscar Gómez, de 49 años. Era una chica menuda, delgada, parecida a su mamá y con notable habilidad para las manualidades. La muchacha conoció a Miguel Adrián Ramírez, el mecánico de 34 años acusado de matarla, porque era amigo de su hermano Benjamín.
Desde el principio, cuenta Nora, la relación fue tortuosa. "Ella lo adoraba y lo defendía. Trataba de hacerme sentir que tenía la situación bajo control". Yanina y Adrián comenzaron una convivencia "a los saltos" que nunca dejó de sufrir interrupciones. Aunque no lo admitía ante su mamá, Yanina le había comentado a amigos y conocidos que sufría malos tratos y amenazas. "Pienso que él estaba enfermo. Los dos tenían una relación enfermiza", razona Nora, quien presentía que las cosas podían desembocar en un final trágico pero no encontraba el modo de impedirlo.
La relación con su yerno no era distendida. Al hombre, dice, le gustaba provocarla con comentarios "machistas y escabrosos". "Me pongo loco, no sé lo que hago", reconocía en esas conversaciones. "Hasta que no la matés no vas a parar", le respondía ella en una suerte de premonición. Yanina calmaba a su madre diciendo que Ramírez era un buen tipo, aunque a veces se le escapaba algún "no sé que puede llegar a hacer este loco" cuando el hombre, tras alguna discusión, no le dejaba dinero para la comida.
"Ella era una persona grande... la situación se me fue de las manos -se culpa Nora-. Yo le decía: Yani, ¿cuántos casos como éstos vimos que terminan mal?". La previsión de un final terrible no escapaba a la misma Yanina, que en varias cartas le pidió a su mamá que se ocupara de su hija Maylén, de 5 años, si a ella le pasaba algo.
Poco antes de su muerte la joven había regresado a vivir con sus padres, pero volvió a la casa de Ramírez a "buscar algunas pertenencias que él le había robado. Ropa y documentos -cuenta Nora-. Yo le decía que todo eso se podía recuperar. Pero ella se las rebuscaba para que a la nena no le faltara nada y no estaba dispuesta a perder sus cosas".
El peor final El 10 de junio Nora y sus hijos planeaban mudarse junto con Yanina a la casa del barrio Nuestra Señora de la Paz, cercano al cementerio de Granadero Baigorria, donde hoy residen. Esa mañana una vecina le comentó a Nora que habían encontrado a una chica muerta en el descampado que de San Martín y Circunvalación. Nunca se le cruzó por la cabeza que podía tratarse de Yanina. Al mediodía vio el informe del caso en un informativo y sólo exclamó en voz alta "ojalá que no haya dejado ningún hijo" cuando vio la imagen tomada a pocas cuadras de su casa.
Más tarde uno de sus hijos fue a buscar a Yanina a la casa de Heliotropo y España donde vivía Ramírez, ahora preso. El mecánico le respondió que la joven se había ido la noche anterior a un hospital porque sentía dolor en el pecho.
El muchacho le pidió a su cuñado que fuera a buscarla mientras él se hacía cargo de la nena, que una vez en la casa de sus abuelos descargó el llanto contenido. "Mi papá mató a mi mamá. Yo estaba durmiendo cuando escuché un disparo. Me levanté y encontré a mamá tirada en el piso. Papá me retó y me dijo que volviera a dormir. Después vi que él la arrastró hasta el patio. Y aunque mi mamá tenía frío y estaba descompuesta, él no la dejaba entrar", contó la chiquita a sus abuelos.
La nena ahora vive con ellos y recibe asistencia psicológica. "Tratamos de que se sienta contenida. Jamás le hablamos mal del papá porque tenemos que hacerle la vida más leve", dice Nora, más alejada de la agotadora demanda que recibía en el barrio, al que le cuesta volver sin pensar en los hijos que no deja de llorar. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Nora con su nieta quien exhibe la foto de su madre | | |