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 sábado, 13 de septiembre de 2003

La "bomba atómica" de Sharon

Ramala/Jerusalén. - Yasser Arafat no vivía algo así desde hace mucho tiempo. Decenas de miles de palestinos salieron en la tarde del jueves a las calles de las rodeadas ciudades cisjordanas y de la Franja de Gaza para apoyar a su amenazado presidente. Cuando finalmente llegaron en Ramala a la "Mukata", la sede de Arafat, ampliamente destruida por el ejército israelí, el premio Nobel de la paz salió, emocionado, a saludar a los manifestantes e hizo con la mano el gesto de la victoria.

Hace varios años que el gobierno israelí intenta acabar y aislar por completo a Arafat, el líder político que más ha durado en todo Medio Oriente. Durante la sangrienta Intifada, la popularidad del también jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se redujo considerablemente. Pero la decisión del premier israelí, Ariel Sharon, de enviar por la fuerza al exilio al "prisionero en la Mukata" cuando lo considere apropiado ha vuelto a convertir a Arafat a ojos de su pueblo en un héroe y mártir.

"Arafat es ahora más importante que nunca", coincidieron ayer los principales diarios israelíes. "Israel", decía por su parte el nuevo premier palestino, Ahmed Qurei, "debe entender que con cada humillación a Arafat también humilla al pueblo palestino, que es quien lo eligió".

La decisión del gabinete de seguridad israelí, que en vista del fuerte rechazo de EEUU sólo tiene por el momento un carácter demostrativo, es a juicio de todos los analistas israelíes la última confesión de su impotencia. "Con los medios militares empleados hasta ahora ya no vamos a ninguna parte", opinó el diario Yediot Ahronot. "La deportación de Arafat es la bomba atómica que guarda Israel en su arsenal hasta que crea que no tiene más remedio que emplearla", agregó.

La justificación de la anunciada deportación, que ha recibido la condena unánime de la comunidad internacional, fue más que vaga. Con Arafat no se puede lograr la paz, se afirmó en una declaración de Sharon tras la reunión gubernamental.

Sharon, cuya propia popularidad entre el electorado israelí retrocede cada vez más, logró un amplio apoyo interno frente a la oposición internacional. Al fin y al cabo, Arafat sigue siendo el hombre más odiado en Israel. Más del 60% de los israelíes se alegraría si es deportado, según una encuesta. Y eso que el gobierno de Sharon no ha presentado hasta la fecha pruebas que apoyen la tesis de que Arafat es "el" jefe de los terroristas palestinos. Aun así, casi nadie duda de las afirmaciones en este sentido sobre el presidente de la ANP.

Ninguno de los políticos ni comentaristas que apoyaron estos días el exilio obligado de Arafat pudo explicar por qué esta medida tan radical provocaría un cambio positivo en Medio Oriente.

Numerosos expertos internacionales, diplomáticos y por supuesto políticos palestinos advirtieron sin embargo de las devastadoras consecuencias. "Israel juega con un fuego que podría incendiar toda la región", alertó Nabil Abu Rudeineh, hombre de confianza de Arafat. (DPA)

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