| domingo, 13 de julio de 2003 | El pibe que le dedica todos los goles a Tincho Mariano Bereznicki / La Capital Costaba creer que algún día Luciano Figueroa llegaría a ser este goleador letal. Condiciones tenía, es cierto. Pero no podía demostrarlas. Por lo menos allá entre el 96 y 98. Es que ese flaquito rubio permanecía más tiempo entre los suplentes porque tenía arriba a dos pibes que parecían tener asegurado el futuro de Central en un período no muy lejano. Por eso es que se lo veía más que nada en las inferiores de la Rosarina los sábados o domingos que en AFA. Eso sí, al igual que en la actualidad lo hacía junto a su familia, especialmente junto a su padre Jorge. Más allá de eso, Lucho tenía en claro que la única manera de seguir alimentando su esperanza de poder algún día ser un profesional dependía de sus esfuerzos durante la semana. Y así fue apareciendo. En silencio pero a su vez, y como si fuera una paradoja, con mucho ruido por los goles que convertía en casi todos los partidos. Este sí que empezó bien de abajo.
La categoría 81 fue una de las mejores camadas de los últimos años. Desde sus comienzos se destacaba del resto. Y más aún en 8ª y 9ª división, donde tenía dos delanteros que ninguna defensa podía contener. Fernando Pallero y Alexis Celebroni, dos pichones que en dos temporadas hicieron más de cien goles. Era obvio que Lucho no podía ganarse un lugar entre los 11 con los pergaminos que traían a cuesta esos pibes.
Pero al poco tiempo el Loco Celebroni comenzó a dejar de lado los botines y Pallero ya no era el mismo con el pasar de los meses y eso fue muy bien aprovechado por Lucho, quien jamás dejó de trabajar.
Fue por eso que cuando los distintos técnicos recurrieron a él respondió con creces. Y así empezó a codearse con los torneos de AFA. Ya consolidado en la 5ª división (jugaba junto a Delgado) todos comenzaron a mirarlo con otros ojos y a respetarlo.
Por eso no resultaba extraño que los sábados fuera el as de espada en la 4ª. Y a esa altura ya les dedicaba sus gritos a sus padres, que les hacían el aguante desde las tribunas de la ciudad deportiva con el viejo bolso donde estaba el infaltable mate.
Y ahí su mamá Silvia, su papá Jorge junto a sus hermanos Martín y Carolina compartían la misma alegría que Lucho expresaba dentro de la cancha cuando convertía.
De a poco empezaron a multiplicarse los goles. A tal punto que se había convertido en el máximo artillero de Central en los juveniles de AFA. Y eso que comenzó a jugar recién a partir de la 8ª división.
Ya se veía venir que en cualquier momento le iba a llegar la oportunidad para demostrar que todo lo hecho en las inferiores no era casualidad. Pero antes de pisar el profesionalismo, el destino le quitó tal vez a su mejor amigo, su compinche, su hermano Martín.
Ese vacío que se produjo una maldita mañana de diciembre de 2001 -Martín falleció en un accidente automovilístico- fue acaso lo que lo marcó para siempre. A partir de ese momento Lucho comenzó a jugar con una remera con la imagen de Tincho debajo de la casaca canalla. Por eso ese compromiso sagrado: cada vez que convierte, se lo dedica a su hermano y a su padre.
Y así lo viene haciendo desde que asomó en primera. Sus goles, que parecen no acabar nunca, son para ellos y el resto de su familia. Porque nadie más que los propios Figueroa saben lo que es pelearla desde bien de abajo. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Lucho le ofrenda goles a su hermano Martín. | | |