| miércoles, 02 de julio de 2003 | Aprender con el oído Cada vez más las empresas de entretenimiento invierten en mejorar la sonoridad de los productos para "tocar" el oído de sus receptores. Ellos desempolvaron un viejo concepto de Aristóteles, quien afirmó que "el órgano de la educación es el oído".
La teoría de Chomsky sostiene que el lenguaje está impreso en el mapa genético. Si a un niño se lo tira en un paracaídas en algún lugar del mundo aprenderá el idioma escuchándolo, aunque nadie se lo enseñe. Sin embargo, los centros de enseñanza parecen desconocer esta teoría porque se construyen privilegiando lo visual, cuando deberían ser sitios para escuchar y aprender y no sólo para ver. La mayoría tienen mucha luz y ventanales, pero no se los trabaja acústicamente, a diferencia de los cines o teatros que privilegian lo auditivo.
Los sonidos causan efectos asombrosos. Es notable por ejemplo comprobar el cambio de estado de ánimo en las personas que viajan en subte apurados, en vagones congestionados, aturdidos por el chillido de los rieles, quienes cambian cuando descienden en las estaciones con música clásica funcional. Disminuyen la marcha, cambian las facciones del rostro y comienzan a mirarse unos a otros.
Un grupo de niños, absorto por un programa de televisión, guardan un silencio reverencial ante la pantalla chica, y no permiten que se interponga otro sonido. Esto demuestra la necesidad del oído para comprender lo que está sucediendo.
Convencido del poder de los sonidos, el doctor Wulfsohn sugiere que las oficinas públicas inviertan en música funcional. Esto generaría un trato más distendido y una atmósfera más humana. "La música hace bien", señaló el médico, quien recomendó comparar las radios de frecuencia modulada y evaluar los efectos en cada uno. "Así será fácil reconocer cuál nos hace bien", concluyó el especialista. enviar nota por e-mail | | |