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 miércoles, 02 de julio de 2003

Tiro Federal: Proyecto y objetivo cumplido
El empresario Carlos Dávola concretó lo que parecía una utopía: llevar a Tiro a la B Nacional

Jorge Salum / La Capital

Ya en 1998 el empresario Carlos Dávola dijo que algún día llegarían al Nacional B.

Terminaba el 98. Un equipo infantil de Tiro Federal había ganado un torneo internacional en Copenaghe, Dinamarca, y las autoridades del club enviaron a Ovacion una tímida gacetilla y una foto con la idea de dar cuenta de ese logro en alguna columna de noticias breves. Nos pareció que aquel éxito merecía más que eso, lo convertimos en una nota y lo publicamos en la contratapa del suplemento deportivo del diario, que por entonces apenas tenía semanas de vida. Lo hicimos con un despliegue que sorprendió no sólo a los jóvenes futbolistas sino a los propios dirigentes y colaboradores de un club que ese año comenzaba a renacer de un ostracismo de décadas.

El mismo día, Carlos Dávola llamó para agradecer aquella nota. Después vinieron otras charlas, siempre en torno al fútbol, y con el tiempo creímos haber descubierto a un tipo distinto a casi todos los que se mueven en el ambiente del fútbol. "Algún día este club va a jugar en el Nacional B", dijo en una de esas conversaciones que ahora, a la luz del ascenso de Tiro a esa categoría, recobran sentido.

Fue imposible no devolverle una mueca de escepticismo. Al fin de cuentas, ese hombre al que apenas empezaba a conocer volvía a parecerse a todos esos dirigentes aventureros, que viven prometiendo fabulosos éxitos deportivos a corto plazo y no tienen la más mínima idea acerca de cómo y qué hacer para lograrlo.

Carlos Dávola percibió el descreimiento que provocaron sus palabras y sintió la necesidad de explicarlas. "No será hoy ni mañana, quizás llevará años", contó con paciencia. Confió que tenía un proyecto para conseguirlo y dejó en claro que todo estaba planificado. Prolija y pacientemente planificado. Aún así, parecía increíble que Tiro Federal llegara algún día hasta algún lugar más lejos que pelearle un campeonato a Central, Newell's o Renato Cesarini en la Asociación Rosarina.

Junto a aquel sueño de subir escalón por escalón hasta llegar a lo más alto, tomándose tiempo para avanzar en cada campeonato, Dávola ya construía en silencio su otro proyecto: las divisiones inferiores de Tiro Federal. Contaba, para eso, con un valioso equipo de colaboradores que él mismo armó con ese entusiasmo tan juvenil que suele caracterizarlo cuando se enfrasca en cualquier cosa ligada al fútbol.

Esa cantera, que hoy tiene poco que envidiarle a los clubes grandes de la ciudad, fue su primer gran éxito, anterior incluso al avance de Tiro Federal al torneo Argentino B, primero, y al Argentino A, un par de años más tarde.

Hace un par de meses lo encontré en el complejo deportivo del club Argentino. Jugaban el equipo local contra Tiro en la categoría 85. Dio referencias sobre cada uno de los jugadores y destacó a uno de los zagueros y un delantero. Del defensor dijo que además es "un chico bárbaro" que acababan de descubrir en Tucumán.

Mientras hablaba no dejó de alentar todo el tiempo a sus jugadores. Sabía el nombre de cada uno de los futbolistas como si fuera el equipo de la primera, que por esos días ya jugaba las semifinales del Clausura con Talleres de Perico en su imparable camino hacia el ascenso. No es casualidad: como dirigente de fútbol, su oficina está en el club y su trabajo es al borde de la cancha.

Así es con todos los equipos de la cantera. Conoce a cada jugador, como futbolista y como ser humano, desde el baby hasta el equipo que conduce Daniel Teglia. Los fines de semana vive para el fútbol y para ellos. Y lo hace con intensidad, como un hincha más cuando está detrás del alambrado, pero sin perder jamás su lugar de dirigente, es decir del hombre que tiene la obligación de organizar y gestionar todo lo relacionado al fútbol de Tiro.

En una sociedad acostumbrada al corto plazo y la improvisación, y en un ambiente cargado de exitismo, él y sus colaboradores parecen una mosca blanca: se ponen objetivos a largo plazo, planifican cómo alcanzarlos y trabajan intensamente para conseguirlo. Lo hacen todos los días, ganen o pierdan un partido, salgan primeros o últimos en el campeonato de alguna división de la Rosarina.

"Algún día vamos a jugar en el Nacional B", dijo aquella vez, en el 98, cuando Central Córdoba -del que fue dirigente- ya lo había perdido para siempre y acababa de desembarcar en un club histórico del barrio Ludueña al que sólo le quedaba el nombre. En boca de cualquier otro dirigente del fútbol, esas palabras no hubiesen sonado más que como una frase vacía, pura cháchara, una promesa más de un tipo desconocido en el ambiente que tal vez sólo buscaba atraer la atención del periodista. Pero tratándose de él, y conociendo con profundidad su forma de pensar y de trabajar, no es sorprendente que finalmente lo haya conseguido.

Ahora no sería ilógico pensar que se imponga a sí mismo nuevos objetivos, como jugar algún día en primera división. Y, lo que es todavía más estimulante, no parece imposible que algún día de verdad él y su gente lo consigan.

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