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 lunes, 30 de junio de 2003

Ciclo en Canal 7
"La bóveda", de Molina, expuso con buen humor la frescura infantil y la codicia de los adultos

"¿Se puede ser tan pelotudo?". Con esa frase inequívoca empieza "La bóveda", el capítulo de "Ensayo", dirigido por el cineasta rosarino Héctor Molina, que emitió el jueves pasado Canal 7. La expresión salió de un desconcertado Darío Grandinetti, en el rol de Leandro, un tesorero que decide robar las cajas de seguridad del banco donde trabaja. Su bronca no tendrá explicación hasta mucho más adelante, en un recurso muy bien aprovechado por Molina. El envío estuvo muy bien narrado, tuvo diálogos creíbles, adecuada utilización del humor y una resolución impecable.

Para robar siempre se necesita un cómplice. Y ese fue el jefe de seguridad (un sólido Carlos Resta), hombre ducho para poner manos a la obra, usar un soplete y llevarse todo lo que está dentro de una caja de seguridad personal. Desde alhajas y dólares hasta un consolador.

Claro que nada será tan sencillo. Insólitamente dentro de la bóveda aparecerá Carla (Marisa Mondino), ex mujer del tesorero y pareja del cómplice, que, ya que está, querrá prenderse en el robo utilizando el arma de la seducción.

Como si esto fuera poco, habrá otros invitados a la fiesta. Se trata de Martín (Luciano Dalli) y Emanuel (Sergio Abalos), dos pibes que creen que están jugando, y que más allá de la gravedad de la situación lo único que les preocupa es que se perdieron "La vaca y el pollito" en la tele.

Molina trabajó muy bien tanto la ternura de los chicos como la codicia de los adultos. Inyectó suspenso y precisos climas musicales cuando fue necesario, y nutrió la historia de diálogos atractivos con pinceladas de humor. También utilizó con criterio los primeros planos en los momentos de mayor expresión de los personajes.

La sorpresa fue el leit motiv de este capítulo. Primero, porque nadie esperaba que quedarían encerrados. Y por eso aquél insulto del tesorero. Segundo, porque nadie pensó que los chicos podían entrar y salir como un juego de esa bóveda aparentemente tan hermética. El rescate de esa inocencia y la frescura del backstage del final fue quizá una muestra de que, paradójicamente, el Nene Molina dejó de ser nada más que una sorpresa entre los realizadores argentinos.

P.S.

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Mondino y Grandinetti se lucieron en televisión.

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