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 domingo, 29 de junio de 2003

El virus transmitido por la vinchuca afecta a más de 3 millones de argentinos
"La exclusión y el ocultamiento impiden erradicar el mal de Chagas"
Los investigadores critican el desinterés de laboratorios y funcionarios ante una enfermedad típica de la pobreza

"El mal de Chagas, además de ser una tradicional enfermedad de la pobreza, es un paradigma de los mecanismos de ocultamiento y exclusión como forma de discriminación social y laboral", dijo a La Capital Rubén Storino, presidente del Comité de Enfermedad de Chagas, de la Asociación Argentina de Cardiología. "Los grupos hegemónicos accionan para que nada cambie y diseñan un discurso que oculta realidades, como la falta de acceso a la salud pública", aseguró el investigador, quien también coordina el tratamiento de la enfermedad en la Fundación Favaloro de La Plata.

Cardiólogos argentinos y latinoamericanos pidieron que se mejoren los datos sobre el mal de Chagas durante un simposio organizado por la Federación Cardiológica Argentina, que concluyó ayer.

Se estima que más de 300 mil argentinos sufren de esa afección, mientras al menos otros tres millones son portadores del virus, según aseveró la médica Luisa Jiménez, del comité científico del encuentro.

La especialista destacó que el Programa de Detección Temprana del mal registró en la ciudad de Buenos Aires -en lo que va del año- 750 casos. Pero, señaló que en las provincias donde la enfermedad es endémica no hay datos.

Según la Organización Mundial de la Salud, en Latinoamérica hay 20 millones de infectados, y 45 mil víctimas mortales por año.

Storino, respecto de los seminarios y debates, admitió que "sirven para intercambiar información entre los especialistas, pero todo avanza hasta tocar los intereses políticos. Tenemos excelentes profesionales y defensores de la salud pública, pero al ocupar cargos gubernamentales cambian sus discursos y los criterios científicos se pierden ante los intereses políticos".

Recordó que "en el 90 hicimos un informe sobre la cuestión, pero nos decían que hablar de la existencia de vinchucas que transmitían la enfermedad podía desalentar la llegada de capitales extranjeros". Para el experto -quien también es profesor de bioética y humanidades médicas en la maestría en Salud Pública-, "al haber infectados radicados en villas miseria se estigmatiza y minimiza el tema".

Storino subrayó que "la ley que apunta a los estudios sobre la enfermedad son de la época de Videla (Jorge Rafael, presidente de facto en 1976), los medicamentos usados datan de la década del 60 y presentan efectos adversos en casi el 30 por ciento de los pacientes, tal el caso del Nifurtimox y el Benznidazol, que no lograron superar las condiciones de admisión en EEUU".


Con la guardia baja
Según Andrés Mariano Ruiz, director del Instituto Nacional de Parasitología Mario Fatala Chaben, de Capital Federal, "hace pocos años había bajado el índice de infectados, pero hay indicios de un aumento de casos agudos. Sucede que se bajó la guardia al no llegar los fondos necesarios para vigilar la enfermedad".

Ruiz asegura que tras los exámenes preocupacionales las empresas no elevan los datos obtenidos y además, se guardan de dar trabajo a los afectados por la enfermedad. "El resultado positivo no debe ser motivo para excluir de un trabajo a una persona, debe servir para atender y prevenir. No hacer esa prueba hace peligrar la detección de los enfermos".

"Esa gran discriminación se pone de manifiesto en el hospital Muñiz, donde se reciben pacientes registrados en bancos de sangre o porque son rechazados de los empleos", afirma el especialista.

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