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 domingo, 29 de junio de 2003

Los ancestros del presidente
Historia de un sueño que se cumplió después de cien años
En 1885 una pareja de campesinos suizos se radicó en Rosario y dio origen a una familia entre cuyos descendientes se encuentra Néstor Kirchner

Orlando Verna / La Capital

Cuando Friedrich Althaus y Katharina Amacher decidieron dejar su Suiza natal en 1878 buscando mejorar una dura vida de campesinos no se imaginaron que uno de sus tataranietos se convertiría en presidente de su tierra adoptiva. Es más, quizás nunca habían oído hablar de Rosario, Colonia Romang y Río Gallegos, sitios donde sus descendientes tejieron la historia familiar y la de un país que aún intenta convertirse en un lugar digno para vivir. Un esfuerzo que tiene como protagonista al presidente Néstor Kirchner, cuarta generación de esos suizos que vivieron en Rosario y en el noreste de la provincia de Santa Fe. Esta, como la de miles de inmigrantes soñadores, es su sorprendente historia.

Friedrich Althaus nació el 11 de febrero de 1855 en Interlaken, Suiza, como parte de una familia de campesinos que ganaban en el pastoreo su sustento diario. Las cosas no iban bien. Pocas tierras, prácticamente imposibles de cultivar, y un puñado de animales no alcanzaban para comer. La situación se complicó cuando llegaron el amor y los hijos. Althaus se casó el 11 de diciembre de 1875 con Katharina Amacher, quien había nacido el 14 de marzo de 1851 en Wilderswil, Suiza.

Ya con dos hijos, un día Friedrich se arrimó lentamente a Katharina y con una combinación de esperanza y temor expresada en sus ojos húmedos le dijo que irían en busca de nuevos horizontes. Como se acostumbraba en esa época, firmaron un contrato de migración que, inesperadamente, los llevó hacia Sudáfrica en pos de mejorar su condición económica y acabar con los problemas de asentamiento en un país casi sin tierras. Cuando se fueron en 1878 dejaron a sus hijos Friedrich Jr. y Bertha con sus abuelos Ludwig y Barbara en Interlaken. En altamar, a bordo del velero La Rochelle, el 18 de septiembre nació Wilhelm Rockell, una semana antes de llegar a destino. El tercer vástago del matrimonio adoptó la ciudadanía sudafricana.

Cuentan sus familiares que nadie gustó de Sudáfrica debido a la expresa conflictividad de las relaciones entre holandeses, ingleses y los habitantes del lugar. Allí mismo decidieron viajar hacia Argentina y la familia, ahora con otra hija, Ida Emma, nacida el 16 de agosto de 1880, volvió a reunirse entera en Ciudad del Cabo antes de la partida hacia América.


El desembarco
Los Althaus llegaron al puerto de Buenos Aires el 6 de febrero de 1884 y el 3 de agosto tuvieron a Luis Emil, su quinto hijo y el primero argentino. Para 1885 ya estaban instalados en Rosario, literalmente acampados en terrenos pertenecientes al ferrocarril cerca de lo que hoy es el cruce Alberdi.

Los recibió una ciudad en pleno desarrollo y una comunidad suiza ya consolidada. El general Urquiza había expresado su deseo de pelearle al poder central porteño su hegemonía y una de sus estrategias fue crear una nueva capital para la Confederación Argentina. Gracias a su puerto, a su ubicación estratégica y a formar parte del nudo ferroviario más importante del país, Rosario fue la elegida y muchos migrantes llegaron hasta esta zona con la promesa de prosperidad bajo el brazo. Entre ellos había una buena cantidad de suizos, quienes hacia 1887, según el Censo Municipal de Rosario, sumaban unos 500 nacionales sin contar sus respectivas proles argentinas.

Con ahorros y algunos objetos de valor, Friedrich consiguió comprar una casa para su familia en el lugar donde hoy se yergue la planta industrial de La Virginia, en Arroyito. Pero por cuestiones que se desconocen el núcleo familiar volvió a separarse. Friedrich, Katharina y sus hijos menores se quedaron en Rosario y los abuelos se establecieron en Colonia Romang, pueblo al noroeste del departamento San Javier sobre la ruta provincial 1, junto a Friedrich (hijo) y Bertha, los mayores.

En Rosario, la cotidianeidad de los Althaus era complicada. Friedrich tenía tuberculosis y su salud se deterioraba rápidamente. No podía trabajar y sus hijos menores debieron mantener a la familia. El patriarca falleció el 6 de marzo de 1895, a los 41 años, en Colonia Romang, donde se encontraba por recomendación médica.

Katharina quedó sola con siete hijos y Wilhelm, a los 17 años, se convirtió en la cabeza de familia, haciéndose cargo de Ida Emma, Luis, Jakob, María, Sussanah y Edward. Katharina vivió de algunas rentas y murió en Rosario el 1º de diciembre de 1912. Hoy está enterrada en Río Gallegos.

En Colonia Romang, la otra parte de la familia intentaba mejorar su perspectiva económica. Los abuelos criaron a un Friedrich Jr. que primero fue talabartero y luego tuvo un almacén de ramos generales y bar en Colonia Ella (hoy, Malabrigo). Organizó además una flota de carruajes para mercaderías y pasajeros. A los 26 años se casó con Margarita y falleció el 7 de septiembre de 1927 en Malabrigo.

Al igual que Friedrich Jr., Bertha era suiza. Había nacido en Interlaken, cantón de Berna, el 26 de enero de 1877 y fue hija de crianza de sus abuelos. En ella se centra el nudo de esta historia.


Ante la adversidad
Hacia 1896 y con 19 años, Bertha se casó con Gottlieb (Teófilo) Kaenel. La pareja tuvo cuatro hijos: Margarita Isolda, Ana, Clara y Amadeo. Kaenel era un hombre fuerte y robusto, pero sufría del corazón y sus penurias económicas terminaron matándolo, complicando hasta un límite insospechado el futuro de la familia.

Según una carta que la misma Bertha le escribe el 14 de abril de 1912 a su hermano Wilhelm —que en 1905 se había mudado con su esposa e hijos a Monte Caseros (Corrientes) para trabajar en el Ferrocarril Nordeste Argentino—, Teófilo murió el 16 de marzo de 1912 de un ataque al corazón mientras trabajaba. Todos sufrieron mucho esa pérdida, al grado de decir, textualmente, “estaba tan desesperada que pensaba que perdería el juicio” (...) “yo lloro todavía noches enteras” (...) “mis pobres hijos han perdido un buen padre”.

En una segunda carta al mismo hermano fechada el 7 de mayo de 1912, Bertha detalla la desastrosa situación económica en que se halla después de la muerte de su esposo. La carta está escrita en alemán, con una caligrafía y un vocabulario que denotan el dominio del idioma y la instrucción superior de Bertha, poco común para personas de esa época. Allí da detalles de su vida: “Mi situación es la peor que uno se puede imaginar”, dice mientras cuenta que les estaba yendo mal con el “negocio de las maderas” y luego con la curtiembre. La consecuencia del deterioro económico se resumió en una montaña de deudas, por lo que hipotecaron dos veces la casa donde vivían.

“Cómo me las voy a arreglar todavía no lo sé”, comenta Bertha, angustiada. También habían intentado arreglarse con la siembra de tabaco y una pequeña fábrica de cigarrillos que estaba al mando de Bertha. Pero una sequía de dos años acabó con el emprendimiento. Según la propia Bertha, Teófilo sufría del corazón y sucumbió a la situación. “Lo que suceda posteriormente dependerá de los acreedores”, dice.


Rumbo al sur
Hacia principios de siglo la vida en Río Gallegos, fundada en 1885, no era fácil. En 1895 el poblado tenía 445 habitantes. Sin transportes, caminos, ferrocarriles, ni comunicación telegráfica, el único contacto con el mundo era cuando llegaba un barco de la Marina de Guerra con correspondencia y provisiones. El aislamiento y la soledad eran aún más hostiles debido a los rigurosos inviernos y fuertes vientos.

En la primera década del siglo XX había llegado hasta allí —no se sabe exactamente cómo— una de las hermanas menores de Bertha, Ida Emma Althaus, que se casó con Alex Koning. Aún se recuerda a este hombre porque el bar que regenteaba (conocido como Bar Coning y hoy demolido) estuvo muchos años abierto en la esquina de las calles Roca y San Martín, en pleno centro de Río Gallegos.

A fines de 1912, Ida Emma hizo viajar a su hermana Bertha y a sus hijos, desde Colonia Romang, donde estaban acorralados por las deudas, para que colaborara con la atención del negocio. Paradójicamente, la familia de Ida Emma se radicó más tarde en Buenos Aires y la de Bertha se quedó en Río Gallegos.

Margarita, la mayor de las hijas de Bertha, había nacido el 27 de marzo de 1897. Tenía 16 años cuando llegó con su madre y sus hermanos a Río Gallegos. Su casamiento en 1916 con Carlos Santiago Kirchner, un comerciante de la zona, entronca a los descendientes de Friedrich Althaus con la familia paterna del actual presidente de la Nación.

Carlos Santiago Kirchner había nacido el 1º de mayo de 1893 y provenía de una familia de suizos y alemanes —raíz que puede explicar la unión matrimonial de éste con Margarita—. Ya en su juventud se hizo cargo de los negocios de la familia. Su rubro fueron los ramos generales, en un lugar llamado “La Comercial” y ubicado en la calle Roca 1125, donde se vendían desde máquinas de escribir, artículos de librería y instrumentos de fotografía hasta loterías. Así lo indican las publicidades del negocio vehiculizadas por los diarios El Nacional y La Unión de Río Gallegos. Aunque Carlos Kirchner se dedicaba también a otras actividades. Era prestamista y, según algunos historiadores de la ciudad austral, fue así como consiguió amasar una pequeña pero interesante fortuna. A la fecha de su muerte, que ocurrió el 14 de junio de 1966, don Carlos no gozaba de una buena reputación entre los vecinos de Río Gallegos. Una imagen diametralmente opuesta a la de su hijo primogénito, Néstor Carlos, más tarde el padre del hoy mandatario argentino.

El matrimonio de Carlos y Margarita dio a luz cuatro hijos: Néstor Carlos, Carlos Arturo, Delia Margarita y Zulema Bertha. Néstor Carlos nació el 18 de septiembre de 1917 y desde joven se incorporó al mercado laboral como oficial del Correo. Honesto y trabajador, según lo recuerdan sus contemporáneos, se cruzó casualmente gracias a su trabajo con una joven de origen chileno que hacía las veces de telegrafista. La relación geográfica entre Río Gallegos y la ciudad trasandina de Punta Arenas era en esa época muy activa, haciendo caso omiso de los límites nacionales, y así fue como Néstor Carlos se casó con María Ostoic, pariente de inmigrantes croatas asentados en Chile.

La pareja tuvo tres hijos, aunque Bertha, su bisabuela llegada a la Argentina desde Suiza y a Río Gallegos desde el norte santafesino, no alcanzó a conocerlos ya que falleció el 26 de septiembre de 1936. La primera en nacer fue Alicia Margarita (hoy ministra de Desarrollo Social de la Nación) el 18 de julio de 1946 y la última María Cristina, el 15 de julio de 1961. Su abuela Margarita no la conoció porque murió dos meses antes de su alumbramiento, el 14 de abril de 1961.


El elegido
En medio de esos dos nacimientos, llegó Néstor Carlos (h) un 25 de febrero de 1950. El niño creció en el seno de una familia católica y cumplió con sus estudios primarios en escuelas públicas de Santa Cruz. Después pasó al Colegio Nacional República de Guatemala donde cursó el bachillerato, mientras se destacaba jugando al básquet.

Debido a una participación política muy temprana en las filas de la juventud del Movimiento Nacional Justicialista, Néstor se decidió por la carrera de abogacía. Estudió en la Universidad Nacional de La Plata, de donde egresó en 1976. Pero la ciudad de las diagonales le ofreció mucho más que un título. Una bella colega, Cristina Fernández, se interesó en ese muchacho casi desgarbado de verba inflamada que venía desde el sur. Con ella se casó el 9 de marzo de 1975.

Para esa fecha, el santacruceño era militante de la izquierda peronista y con la llegada de los militares al poder en 1976 comenzaron las persecuciones ideológicas. Néstor y Cristina decidieron abandonar La Plata y se fueron a vivir a Río Gallegos, donde en 1977 nació Máximo y en 1990 su hija Florencia, después de la muerte del abuelo Néstor el 1º de febrero de 1981.

Dos años después, con el advenimiento de la democracia, Néstor volvió a la lucha política dentro del Partido Justicialista y se convirtió primero en intendente de Río Gallegos y después tres veces en gobernador de Santa Cruz.

El 25 de mayo pasado, quizás el nuevo presidente de los argentinos tuvo un momento para pensar en su familia más cercana y en silencio les agradeció todo su apoyo y dedicación. Con seguridad esa reflexión se extendió en el tiempo, y Fredrich y Katharina, estén donde estén, sintieron un nudo en la garganta. Un vástago de esa familia con la que recorrieron tres continentes juró como presidente. Una de las tantas historias de inmigrantes que, esta vez, impregnó de esperanza a miles de argentinos, muchos de ellos también descendientes de esos gringos que, cien años después, hicieron realidad su sueño de prosperidad.

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Buenos Aires, 1885, el clan Althaus en pleno.

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