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 domingo, 29 de junio de 2003

La Santa fe de los primeros inmigrantes
A fines del siglo XIX la inestabilidad política forzó movimientos de población y cambios geográficos

La Santa Fe que conocieron los primeros inmigrantes era muy diferente a la de la bisagra entre los siglos XIX y XX. Un pantallazo sobre la situación socio-política de la provincia y las creencias de la época puede explicar muchos interrogantes. Por ejemplo, cómo se mantenían quienes estaban afincados en esta zona de pampa rica y por qué algunos decidieron emigrar hacia el norte de la provincia.

Para 1819 las autoridades institucionales de la provincia de Santa Fe tenían el control de sólo el 9 por ciento del actual territorio. La situación comenzó a modificarse en 1858 con la expedición del gobernador Fraga hacia la conquista de tierras vírgenes de cultivos y habitada por centurias por comunidades indígenas. En once años Santa Fe creció cuatro veces en su tamaño y la expansión duró hasta 1884, cuando se anexaron las tierras que hoy limitan con el Chaco.

Hubo en esa época un gran desorden al respecto de los límites de las propiedades rurales públicas y privadas, que se estabilizó hacia 1869 mientras el Estado provincial promovía la colonización vendiendo parte de esas tierras a bajo precio, a veces gratis o sin impuestos, obligando a quienes las recibían a subdividirlas y a radicar a familias de inmigrantes extranjeros.

En 1872 el 54.4 por ciento de las tierras eran privadas y en manos de pocas familias y en 1883 el mapa catastral reveló que ya casi no quedaban tierras en manos del fisco. Luego debido a una crisis financiera que culminó en 1895 comenzó a manifestarse una subdivisión de las grandes propiedades. En ese período se multiplicaron las colonias agrícolas. En 1856 se había fundado la primera en Esperanza, proceso que en Santa Fe se aceleró entre 1869 y 1870 cuando se establecieron 20 más sumando 34 en total. Hacia 1880 había 72, 255 hasta 1890 y 360 en 1895. En total, la población de la provincia de Santa Fe creció un 345 por ciento entre 1869 y 1895.

Hacia las décadas de 1860 y 1870, y basada en las palabras del científico alemán Burmeister, era muy popular la creencia de que las tierras del norte provincial eran las mejores para el cultivo cerealero. El experto apostaba por el clima subtropical de la zona y hasta Urbano de Iriondo alabó sus dones. Tanto que funcionarios provinciales, como Jonás Larguía y Gabriel Carrasco, según cita Ezequiel Gallo en su “Pampa gringa”, lo mencionan en diferentes informes cuando habla de la dirección tomada por la colonización agrícola hacia el oeste y norte de Santa Fe, donde finalmente se asentaron los primeros campesinos extranjeros. Hacia la década del 80 esa creencia se desvaneció y en 1883 el cónsul norteamericano informa a su gobierno de las bondades de la pradera pampeana. Así, esa zona —en especial los llamados departamentos de la costa, Garay y San Javier— se especializó en la cría de ganado.

Para 1880, la inmigración había arribado a la provincia gracias a la propaganda oficial y, además, en forma espontánea. En 1869, los extranjeros constituían el 15.6 por ciento de la población santafesina, en 1887 ese porcentaje se había elevado a 38.3 y en 1895 llegó al 41.9 por ciento. Hacia 1895 el 96.6 por ciento de los inmigrantes residentes en Santa Fe eran europeos: el 65.8 por ciento eran italianos, el 12.7 eran españoles, el 6.16 eran franceses y el 3.37 eran suizos. Estos se ubicaron en su mayoría en las colonias de Esperanza, Las Tunas, San Carlos, San Jerónimo y Cayastá. En Rosario, ese mismo año fueron censados 715 suizos que constituían el 1.44 por ciento de la población extranjera. Al desarrollo comercial de la ciudad se sumó el industrial que en 1887 en Rosario empleaba a 6.221 individuos y las dos compañías de ferrocarriles a 4.541. Ese mismo ferrocarril ayudó a muchas familias a asentarse definitivamente en la ciudad.

O. V.

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