Rodolfo Bella / Escenario
La Compagnie M que dirige Maurice Béjart mostrará "Madre Teresa y los Niños del Mundo" el próximo miércoles, a las 21.30, en el teatro El Círculo, Laprida y Mendoza. El coreógrafo contó a Escenario, en una charla desde Suiza, las razones que lo inspiraron para crear este trabajo a cargo de una compañía de jóvenes de entre 16 y 20 años, que cuenta con el rol protagónico a cargo de la bailarina brasileña Marcia Haydee. -¿Qué lo inspira en el momento de planear un espectáculo? -Hay tres cosas que me inspiran: una personalidad excepcional, como en este caso Madre Teresa; después está el talento de los bailarines, chicas y chicos que tienen entre 16 y 20 años, y la música. He trabajado mucho para encontrar la música de diferentes países que pudieran revelar el alma de la Madre Teresa. -Usted tuvo una primera etapa en su formación con la danza clásica, ¿qué ocurrió para que después se interesara en las nuevas formas de la danza? -Bueno, hace ya algunos años que he pasado por la formación clásica, casi no lo recuerdo... (risas) En verdad, lo que me cambió el estilo fue la música. Fue cuando encontré la música electrónica de Pierre Henri, con la cual hice mi primer ballet en el 55, "Sinfonía para un hombre solo", con música que en ese momento nadie había oído. -¿Cómo le fue con la experiencia? -Fue un gran, gran fracaso... (risas) Fue un escándalo trabajar con esa música. -¿Es posible hacer una distinción entre ballet contemporáneo y clásico? -No sé si es posible porque estudiar el baile clásico es una gimnasia que sirve para siempre para comprender el cuerpo; ser contemporáneo significa que hay que tener idea de lo que pasa hoy. Hay gente que se dice contemporánea, pero aún tiene ideas de ayer. -¿Qué entiende entonces por danza clásica? -La gente en general confunde las cosas: la técnica clásica del cuerpo, que es una gimnástica inmortal y muy interesante, y el estilo del ballet clásico, como "El lago de los cisnes", que es del siglo pasado. Las identidades artísticas de ambos son complementarias porque en el mundo no sirve ser enemigo. -Así como la posguerra marcó una evolución en la danza, ¿cree que este momento histórico puede generar nuevas tendencias? -Personalmente son cosas que me hacen daño, pero ese daño me da inspiración porque lo que vivimos no me hace feliz. Hay tantos países pobres, que no tienen qué comer, con una crisis enorme, además de la guerra estúpida que le hicieron a Irak. En Suiza hemos vivido la reunión del Grupo de los 8 en Evián, con manifestaciones en las calles y grandes daños. Sólo nos queda esperar que algo se solucione. -Usted conoce la realidad política y económica latinoamericana, ¿qué lugar cree que ocupa la danza en estos países donde hay urgencias más elementales? -Sí, es verdad, pero al mismo tiempo es muy extraño lo que ocurre. De niño viví la guerra; Francia estaba ocupada por Alemania, no había comida. De mi infancia, me acuerdo de tener hambre todo el tiempo. Fueron cinco años con hambre. Pero al mismo tiempo son momentos donde el arte ayuda un poco a vivir a la gente. Recuerdo que en ese momento asistía a todo lo que se hacía en teatro, porque no había otra cosa. No se podía ver otra cosa, ni hablar, ni comer. Viví momentos muy duros con la guerra. Por eso no pienso que el arte es inútil. No es verdad. El arte es eficaz en los peores momentos. -¿La realidad económica de cada país influye en su capacidad de crear? -Sí, pero al mismo tiempo hay que luchar por un cierto bienestar, pero se ve que muchas veces los países que tienen hambre tienen más inspiración. Es horrible pero es verdad. Lo puedo decir porque yo tuve hambre desde los 11 a los 17. -¿Usted creaba en ese momento? -No, todavía no. En realidad era estudiante. Sentía esa necesidad porque era loco por el teatro. No tenía dinero. No sé cómo hacía, pero tenía que ir al teatro. -¿Cómo influyó la globalización en su trabajo? -Está muy bien que cada país tenga su cultura, pero yo soy muy internacional. Nunca me he sentido francés de alma. En Japón, soy japonés; en Brasil, brasileño. Nunca sentí mis raíces solamente en Francia. Siempre estudié el arte, la música, las costumbres y la lengua de otros países. Porque me siento de esta época y estamos en un mundo. Ya no hay más un país u otro porque si ocurre algo malo en un país, en algún momento ocurrirá algo similar para nosotros. -¿En qué momento se interesó por el tango y por Argentina? -Por el tango hace mucho. Hice un ballet que fue un gran éxito en Europa sobre la leyenda de Fausto en los años 70, de tres horas y con tango argentino. Para ese momento parecía muy extraño hacer bailar un tango argentino a Fausto. -Cuando hizo "Siete danzas griegas", con música de Mikis Theodorakis, ¿cómo elaboró el aspecto folclórico? -Eso fue más bien una abstracción, con movimientos, con un olor a Grecia, pero no hay realmente movimientos folclóricos, sino inventados. -¿Qué diferencias encuentra entre trabajar con bailarines experimentados y hacerlo con la Compagnie M? -Esa compañía surge porque había muchas personas con talento pero no había trabajo para todos porque mi compañía no puede tomar personas indefinidamente, así que reuní un grupo de 15 personas y ya bailaron en París, Rusia, Londres, El Cairo, Roma. Son trabajos diferentes, no son mejores ni peores, son otra cosa. -¿Cuál elegiría de todas sus coreografías? -Hay muchas que no me gustan. Eso lo sé. Pero no es solamente la que es la más popular. La más popular es "El bolero" todavía, pero no estoy seguro que sea la mejor. Que sea popular no significa algo especial. Hay cosas que son de calidad superior que no tienen tanta popularidad.
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