 |  | Editorial Proteger la memoria
 | El nombramiento del poeta y ensayista porteño Horacio Salas al frente de la Biblioteca Nacional permite alentar justificadas esperanzas de una recuperación de la entidad, tan significativa para la cultura argentina. La que en sus épocas de esplendor supo ser la biblioteca más importante de Latinoamérica nació de manera simultánea con el país, ya que fue creada por un decreto de la Junta de Gobierno emanada de la Revolución de Mayo el 7 de septiembre de 1810. Entre sus directores se cuentan auténticas eminencias de las letras nativas, en una larga lista que incluye a José Mármol, Paul Groussac y Jorge Luis Borges. Sin embargo, el impiadoso giro que tomaron los acontecimientos en la Nación no excluyó a la cultura, que junto con la educación fue una de las principales víctimas de la crisis. Y la biblioteca tampoco resultó ajena al desastre. Más de sesenta mil volúmenes sin catalogar son el ejemplo palmario de la desidia padecida, que Salas -también destacado investigador del tango- prometió rectificar, más allá de los elogios que vertió sobre la gestión de su predecesor, Silvio Maresca. Otra tarea a realizar con suma urgencia es el saneamiento del ingente material que en la actualidad se encuentra en depósito, bajo condiciones de conservación inadecuadas. Y una ardua misión que también está pendiente es la informatización del enorme caudal bibliográfico. Apenas una parte pequeña se halla registrada en computadoras, mientras que el resto apenas consta en ficheros. Como se ve, las tareas a realizar no son pocas y pese a que aparentan ser menores en el marco de la afligente situación que padece la Nación se vinculan íntimamente con la conservación de su memoria histórica. Es que la Biblioteca cobija no sólo la gran mayoría de los libros publicados en el país sino también ejemplares únicos, entre los cuales se cuentan veinte incunables y extrañas ediciones de la obra magna de la lengua castellana, el Quijote. Los países que no defienden su identidad y su cultura sufren un problema que no es menos grave que una crisis económica: es que en ese caso, su misma existencia queda puesta en tela de juicio. La adecuada protección y la justa valoración de las bibliotecas forma parte del repertorio ineludible de una buena gestión de gobierno.
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