 |  | Editorial Los frutos del esfuerzo
 | Una de las señales más sanas que una sociedad puede dar cuando sufre golpes duros es agruparse en torno de valores vinculados a la solidaridad grupal. La Argentina sufrió durante el transcurso de la década del noventa una profunda transformación estructural que desembocó en el fortalecimiento del individualismo como base para el éxito social. Las consecuencias de ese modelo -cultural más que económico, en última instancia- se percibieron con cruel nitidez cuando la convertibilidad demostró que era una ilusión sostenida colectivamente más que un esquema transitable en un país latinoamericano. Entonces sobrevino la catástrofe, expresada bajo los aspectos formales de la devaluación y pesificación asimétrica, pero pintada con crudeza en las imágenes de la desocupación, el desamparo y hasta el hambre. Días atrás, en Rosario se produjo un hecho que acaso sea pequeño si se lo evalúa desde un plano puramente cuantitativo pero que sin dudas señala un rumbo: los trabajadores de la ex fábrica de pastas Mil Hojas lograron adquirir el predio donde funciona la empresa durante una subasta. Hace largo tiempo que los veintiún integrantes de la cooperativa venían ahorrando dinero con ese fin. El edificio, cabe recordarlo, se hallaba hipotecado en el marco de un proceso judicial por quiebra. La lección que deja esta odisea de un puñado de trabajadores es que se unieron y nunca se rindieron ante la adversidad. Con la eficiencia como bandera, asumieron un rol que desconocían, se hicieron cargo de la compañía y consiguieron mantener la marca a flote dentro del mercado local. Para ello, como es lógico, trabajaron -de acuerdo con su propia versión- "de sol a sol". Ahora se abre una feliz etapa que incluye proyectos tan auspiciosos como la expansión de la firma, el lanzamiento de nuevas líneas de productos y la compra de mejores materiales. En síntesis, el futuro —que se cernía para estos hombres y mujeres como una ominosa amenaza— se ha convertido en una posibilidad tangible de progreso. Ojalá que la historia que protagonizaron los trabajadores de Mil Hojas sea una metáfora de la Argentina que llega.
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