 |  | cartas El arte del camuflaje económico
 | El anuncio que el Boston Bank publica a toda página en la edición dominical de La Nación no deja de sorprender por la audacia de su contenido. Allí se jacta de hacer suya la sensación de que "se viene una nueva etapa de esperanza para todos los argentinos", ofreciendo créditos personales a sus clientes, porque, agrega, "es bueno hacer algo para que la gente pueda empezar a hacer algo". Con la apariencia propia de una comedia burlesca, el mensaje huele a una insolente tomadura de pelo, en tanto y en cuanto invita a clientes de la institución a encolumnarse detrás de los "nuevos proyectos del Boston y por sobre todo, a creer en ellos". No es casual, concluye el aviso, que dar crédito sea sinónimo de creer. Hablar de credibilidad debiera estar vedado para el Boston, por cuanto ha burlado la confianza que por años cientos de ahorristas depositamos en el Banco. Ahora, haciendo alarde de una actitud paternalista, sale al mercado a ofrecer "créditos personales a sus clientes" a una tasa promocional del 29 por ciento anual, en tanto mantiene atrapados nuestros dólares pesificados ajustándolos mensualmente a una tasa anual de un mísero dos por ciento. Chocolate por la diferencia. El señor Sacerdote, quien entiendo preside esa institución y a quien de clérigo sólo le cabe el sinónimo gramatical, debiera saber que con la plata ajena no se juega, no se especula, no se trafica. Y no me venga con que la nuestra, la de los ahorristas, está en caja aparte, porque de ser así, lo más saludable para todos sería que el Boston cuanto antes se apreste a devolver lo que no es suyo. César Abbate
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