Año CXXXVI
 Nº 49.859
Rosario,
domingo  01 de
junio de 2003
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El último viaje

Colón inició en 1502 su cuarto y último viaje pobremente armado, con carabelas maltrechas y escasas vituallas. Acosado por las intrigas, y ya antes puesto en cadenas, Colón era un viejo achacoso apenas sobrepasados los cincuenta años, atacado por el mal de la gota y el reumatismo.
Pero, conviene recordar los antecedentes inmediatos de una epopeya que sortea el paso del tiempo. En 1485 Colón llegó al convento franciscano de La Rábida (España) sin una moneda en el bolsillo. Aquellos monjes que habían tenido la nunciatura de Guinea con jurisdicción sobre todos los archipiélagos atlánticos, estaban muy vinculados a las islas Canarias y al mundo marinero, de modo que no les fue difícil poner al genovés en contacto con Alonso Pinzón, armador del puerto de Palos.
Pinzón se entusiasmó inmediatamente con el proyecto de Colón y le llevó ante el duque de Medinaceli, quien le dio dinero y una elogiosa carta para los reyes católicos.
El 20 de enero de 1486 consiguió ser recibido por los monarcas. Durante la audiencia, Fernando se mostró frío y evasivo, pero no así Isabel, quien juzgó conveniente someter los planes de Colón a los peritos.
En principio, la junta de técnicos fue contraria a los planes colombinos, por considerarlos erróneos; en efecto, los cálculos de Colón situaban las costas o archipiélagos asiáticos a 750 leguas al oeste de las islas Canarias, lo que realmente era inexacto.
Ante la lentitud de la monarquía española en tomar una decisión, el genovés decidió buscar fortuna en Francia. Se puso en camino y pasó de nuevo por La Rábida, donde su viejo amigo el prior le propuso apremiar a los reyes. El reino de Granada acababa de caer y la situación parecía volverse en su favor.
Durante una nueva audiencia con los soberanos, Colón exigió ser nombrado Gran Almirante de la Mar Océana y virrey de todas las tierras que descubriese, además de pedir un 10 por ciento de los beneficios generados por la expedición. Fernando se enfadó y puso fin a la entrevista; Colón emprendió de nuevo viaje hacia Francia.
Llevaba dos horas de camino cuando fue alcanzado por un emisario: un judío converso, el tesorero del reino Luis Santángel, había hecho triunfar su causa y convencido a la reina Isabel, ofreciéndose a adelantar el dinero necesario para la expedición.


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