Año CXXXVI
 Nº 49.859
Rosario,
domingo  01 de
junio de 2003
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La fe. Llegó a Rosario hace 24 años sin saber castellano y hoy congrega multitudes
Ignacio, el sacerdote que desató el mito de las curaciones milagrosas
Logró el apoyo de políticos y poderosos empresarios. Genera profundas devociones y miradas escépticas

Diego Veiga / La Capital

Llegó hace 24 años al barrio Rucci, y desde entonces nada es igual. Ignacio Periés se convirtió en el centro de un fenómeno que cada año congrega a más de 100 mil fieles que buscan su bendición. Enfermos, desesperados y solitarios vieron en el carismático sacerdote a un ser especial. Los relatos sobre sus "curaciones milagrosas" se multiplicaron casi al mismo ritmo que su popularidad, la misma que lo llevó a trabar una estrecha amistad con las personalidades políticas y empresarias más importantes de la provincia. Llegó en bicicleta balbuceando unas pocas palabras en castellano y con el tiempo remodeló la iglesia, construyó una escuela, un complejo polideportivo, un dispensario y una casa de formación para seminaristas. Hoy genera amores incondicionales, pero también despierta miradas incrédulas.
"Me acuerdo cuando vino. Hacía unos Vía Crucis que apenas tenían media cuadra. Es increíble lo que pasó con el tiempo", admitió Rosa, una vecina del Rucci que conoce al padre Ignacio desde que llegó al barrio en diciembre de 1979.
Ignacio Periés Kurukulasuriya había desembarcado en Rosario unos meses antes con el objetivo de reemplazar por algunos días a un sacerdote, pero al poco tiempo fue destinado a la parroquia Natividad del Señor. Tenía tan sólo 29 años y muy poco dominio del castellano.
En su país natal, Sri Lanka -una isla situada en el océano Indico y separada tan sólo por un estrecho de la costa sureste de la India-, el idioma oficial es el cingalés, una lengua que dista bastante de parecerse al castellano.

Del cura de barrio a la página web
Cuando lo vieron llegar al Rucci, los vecinos ni siquiera imaginaron que diez años más tarde el "cura que hablaba medio atravesado y andaba en bicicleta" congregaría a más de 100 mil personas, tendría su propia página web y hasta se venderían llaveros con su imagen.
En diciembre de 1979, todo fue muy distinto. "Solía venir a comer a casa y andaba siempre por el barrio", recordó una vecina que prefirió no dar su nombre para evitar "inconvenientes con la gente".
"Antes le hablabas sin problemas, ahora casi ni podés ir a la iglesia. Perdimos al cura del barrio. Tenés que sacar número y sólo lo podés ver los miércoles, que recibe a los vecinos", admitió. Claro que para entrar al templo ese día habrá que certificar que se vive en el Rucci.
Pero no todos piensan igual. "Ignacio cambió el barrio. Creó una escuela, un polideportivo y nos dio muchas cosas", aseguró Rosa. No obstante, la mujer también se lamentó de que ya no sea "el cura del barrio". Es más, no son pocos los vecinos que concurren a misa a otras iglesias de la zona. "Ir a Natividad se volvió muy complicado", admitieron.
¿Qué fue lo que transformó a aquel sacerdote en un cura que hoy congrega a miles de fieles? La respuesta es tan difícil de responder como los enigmáticos caminos de la fe. Lo cierto es que son miles los relatos que hablan de "sanaciones", "curaciones milagrosas" y hasta "videncias". Mientras tanto, Ignacio refuta una y otra vez su condición de cura sanador. "Yo sólo ayudo a despertar la fe. Si alguien se siente curado, es por la gracia de Dios", repite hasta el cansancio.
Los relatos crecieron en intensidad y la popularidad del cura se multiplicó a un ritmo vertiginoso. El cura logró atraer la presencia de políticos como Hermes Binner, Jorge Obeid y Carlos Reutemann.
Tampoco faltaron las figuras del espectáculo, como Graciela Borges, quien cada dos meses viaja desde Buenos Aires para recibir su bendición.

Ciudadano ilustre y fuertes discursos
Nació así otro tiempo en la vida del padre Ignacio. Proyectó la creación de una casa para seminaristas y logró recaudar fondos en grandes cenas a las que concurrieron miles de fieles.
Organizó bicicleteadas en las que se mostró junto a Binner y Obeid, y fue nombrado en 1997 ciudadano ilustre de Rosario. La casa para seminaristas dejó de ser un sueño para volverse realidad. Hoy se erige en un terreno de tres hectáreas detrás del supermercado Makro. Es más, en 1997 el gobierno de Carlos Menem destinó 15 mil pesos en concepto de Aportes del Tesoro Nacional (ATN) a su congregación.
En octubre de 2001 y luego de un asado que había organizado para mostrar los avances de su obra, Ignacio se permitió incursionar en política. Luego de agradecer el apoyo brindado por la Intendencia y la Gobernación, aseguró que "los políticos de Santa Fe tienen noción de las necesidades de la gente y están luchando por ello, pero al no tener los recursos que deben venir de la Nación, todo se paraliza y se hace más difícil". Así, tajante, sumó su voz a la disputa que por esos días mantenían Carlos Reutemann y el golpeado gobierno de Fernando De la Rúa.
Un año después incluyó en su discurso a Hermes Binner, el hombre que se había sumado a sus bicicleteadas en más de una oportunidad. "Rosario está bendecida y la gente viene aquí porque hay para comer", aseguró el sacerdote.
La devoción hacia su figura creció a gran ritmo, a tal punto que la pedagoga Eve Baili se atrevió a trazar un paralelo entre la vida de este sacerdote y el propio Jesucristo.
En su libro "El padre Ignacio", Baili señala: "A Jesús, que marca el inicio de la Historia, lo sigue la humanidad entera. Ignacio, que señala la impronta de nuevos tiempos, tan descreídos y tan superficiales, congrega en sus misas a más de 70 mil personas...".
Unas líneas después, Baili asegura: "Jesús fue el Rey de los Judíos. Ignacio, que adopta nuestra nacionalidad, es designado con honor y la alegría de todos los rosarinos, ciudadano ilustre".
Ignacio llegó hace 24 años y no sólo cambió la vida de un barrio, sino también la de toda una ciudad. Hoy, miles de fieles dan testimonio de una devoción profunda. Un amor y una fe incondicionales que se ponen de manifiesto en multitudinarias misas y Vía Crucis. Del otro lado están los escépticos. Aquellos que lo miran de reojo y con cierta incredulidad. Mientras tanto, el fenómeno sigue creciendo, como los enigmáticos misterios de la fe.



Los relatos de "curaciones milagrosas" se multiplicaron. (Foto: Angel Amaya)
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