Año CXXXVI
 Nº 49.855
Rosario,
miércoles  28 de
mayo de 2003
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Teatro/Crítica
"Justo en lo mejor de mi vida": La mejor vida se disfruta en el más allá

La idea del muerto omnipresente, que interactúa con los demás, y que descarga su energía sobre los seres vivos es algo trillada. Con sólo citar a "Doña Flor y sus dos maridos" y "Ghost" basta y sobra, pero hay muchos ejemplos más. "Justo en lo mejor de mi vida" utilizó ese recurso y, sin arriesgar demasiado, le dio un buen resultado. Claro, el oficio de Luis Brandoni fue el eje por donde giró la obra, y su coequiper Alejandro Awada actuó como el complemento ideal para la puesta. En la platea quedó picando que los fantasmas no existen, pero -ficción mediante- pueden sentir y sufrir tanto o más que los mortales.
Enzo (Brandoni) se levanta de la cama con un dolorcito de estómago y buscando un papelito en donde está la dirección de una changa para hacer con el bandoneón. Quiere hablar con su mujer y no lo escucha, su hija tampoco le presta atención, todas están en otra cosa. El único que le da bolilla es su amigo, Piguyi (Awada) -de traje impecable y flor roja en el ojal-, a quien hacía diez años que no lo veía.
Todo se da vuelta cuando Enzo descubre algo terrible. En su cama yace un cuerpo que no es ni más ni menos que el suyo. De ahí se deduce que su amigo es el único que le habla porque también pasó a mejor vida. Enzo se resiste a todo lo que le sucede, y se le ocurre que el resto de su muerte la va a pasar ahí en su casa. "¿Donde voy a estar mejor?", le dice a Piguyi, quien trata en vano de que cambie de opinión.
Allí empieza lo jugoso de la trama, y también lo más pesado para el protagonista. La hija (Valeria Lorca) no sólo seguía saliendo con ese pretendiente que él no soportaba sino que esperaba un hijo de esa pareja; su mujer (María Cristina Laurenz) ya no lo soportaba más y hasta tuvo un affaire con su hermano (Daniel Miglioranza). Como si fuera poco, ni su amigo Piguyi le fue leal, ya que le había birlado a la Beba Guzmán, la que fue el amor de sus años mozos. Todo mal.
"El tango terminó, llegó la hora de la verdad", le dice Piguyi sobre el cierre de la obra. Después, un bandoneón suena entre una nebulosa en donde los amigos se pierden abrazados. Al fin llega el momento de disfrutar ese merecido café en un lugar imaginario.
P.S.



Brandoni y Awada componen un dueto con oficio.
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