El flamante presidente Néstor Kirchner decidió mantener a Roberto Lavagna como ministro de Economía, quien ganó su continuidad en el Palacio de Hacienda a fuerza de su constancia y firmeza para conjurar los peligros del desastre económico y cimentar las bases de la recuperación, en un año de gestión, que lo posicionó como un duro negociador con los organismos internacionales. En rigor, habrá que decir que gran parte de la tarea sucia (corralón, devaluación, default, pesificación) ya había sido realizada por la dupla a la cual suplantó: Jorge Remes Lenicov-Ignacio de Mendiguren. Además, el santacruceño busca apuntalar su modelo económico con un hombre de su máxima confianza: Julio De Vido, quien estará al frente del nuevo Ministerio de Planificación Federal, Inversiones Públicas y Servicios, área que deberá poner en marcha los paralizados planes de obras de infraestructura. Para lograr este objetivo se emplearían parte de los fondos que quedarían del saldo que surja de la adecuación de las metas fiscales acordadas con el Fondo Monetario Internacional, hecho que no contaría con un total aval del Ministerio de Economía. En el proyecto para financiar obras de la nueva administración también estudia la posibilidad de contar con mecanismos que permitan emplear los fondos de las administradoras de jubilaciones y pensiones. Entre las obras proyectadas figuran la construcción o mejora de redes viales y ferroviarias, y la construcción de unas tres millones de viviendas. También se le suma a esto las obras hídricas necesarias para evitar la inundación de áreas productivas.
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