La lancha de pasajeros que une esta ciudad con Victoria realizará mañana su último viaje. Es que la inauguración del puente del próximo jueves producirá un cambio radical: llegar a Entre Ríos demandará casi una hora, es decir, cuatro menos de lo que tarda actualmente la embarcación. "La gente ya no va a usar este servicio porque el puente le acorta los tiempos. Esto hace que nosotros perdamos pasajeros, los costos no nos cierren y el servicio tenga que levantarse. Es imposible competir", indicó ayer Germán Segurado, titular de la embarcación.
La lancha, con capacidad para 80 pasajeros, partirá mañana, a las 14, desde la Estación Fluvial y transportará por última vez no sólo a los victorienses, sino también a las maestras y policías que trabajan en la zona de islas. "Tendrán que buscar otro modo para llegar", dijo Segurado con resignación, al tiempo que lamentó la pérdida de las fuentes de trabajo de las tres personas que trabajaban a bordo de la lancha. La misma embarcación regresará a Rosario el próximo viernes y dejará de navegar en esta zona.
Atrás quedaron los momentos de esplendor de este servicio que, en épocas de carnaval y fin de año, supo sumar hasta otra embarcación para poder transportar a todos los pasajeros. "Viajábamos repletos. La verdad que trabajamos muy bien, incluso hasta esta última Semana Santa", recordó Segurado.
La idea de realizar una vinculación fluvial de Rosario con Victoria comenzó a fines del siglo XIX. En aquel tiempo, el pionero Angel Piaggio emprendió la faraónica tarea de unir dos riachos a través del canal que hoy lleva su nombre, lo que permitió vincular vías naturales navegables con el canal principal del Paraná a la altura de Puerto San Martín. La obra, que se hizo a pico y pala, abrió un nuevo horizonte para Victoria: el servicio de lanchas de pasajeros hacia Rosario.
Desde aquella época distintos propietarios explotaron el corredor, aunque hubo años en los que no funcionó. La empresa Victoria operó desde 1970 hasta 1981. Desde 1983 comenzó a circular la última lancha denominada Río Paraná Pavón administrada hasta 1990 por una empresa de Tigre (Buenos Aires). Después la compró la compañía Delta V que la utilizó hasta fines de 2001 y el 22 de enero de 2002 se hizo cargo del servicio la empresa Irupé II.
La lancha que circulará hasta mañana se llama Río Paraná Pavón y es un navío de lujo comparada con sus predecesoras. Está equipada con un motor Scania turbodiesel, radio y ecosonda.
El trayecto que cubrió durante años comienza en la Estación Fluvial, desde donde remonta el Paraná hasta Puerto San Martín. Allí hace la primera parada; después sigue hasta la altura de Cargill y se interna entre las islas entrerrianas a través de los riachos El Bobo, Careaga, Canal Piaggio, Paranacito, Laguna Grande y Río Victoria, por donde navega hasta llegar a destino.
A lo largo del viaje (118 kilómetros) y a una velocidad de 25 kilómetros por hora, la embarcación une distintos puestos entre los que se encuentran dos escuelas y una comisaría.
Rezar y remar
Memoriosos viajeros cuentan de sorpresivas tormentas estivales que hacían sumergir la lancha en el oleaje. "Una vez nos alcanzó una tormenta muy fuerte en medio del Paraná grande, el lanchero nos dijo que no podía acercarse a San Lorenzo ni a las islas porque la violencia de las olas nos haría golpear contra las barrancas. Solamente quedaba rezar. Recuerdo que había mucha gente, unos gritaban, otros lloraban y algunos orábamos para salir de la encrucijada. En otro viaje tuvimos que remar hasta la costa porque se rompió el motor", contó un anciano victoriense.
Hasta entrados los años 60 las lanchas no tenían comunicación con tierra firme y eso hacía que a la angustia de los viajeros frente a una tormenta, se sumara la incertidumbre de familiares y amigos que de ambos lados esperaban noticias.
Pero la anécdota más cruel permanece grabada a fuego en la memoria de los victorienses, que narran un triste suceso que se cobró ocho vidas. El accidente ocurrió una apacible tarde de octubre de 1954 frente al Paso de las Piedras. Por ese entonces, una bajante significativa impedía cruzar con normalidad. La embarcación se encontraba a escasos minutos de puerto Victoria y la gente estaba sobre la popa dispuesta a descender.
Al parecer, una maniobra desventurada realizada por el timonel -según algunos testimonios estaba alcoholizado- hizo que la nave diera una curva muy pronunciada y golpeara contra el fondo ocasionando severos daños. La gente se desesperó. Fue un día luctuoso para Victoria, entre los muertos había dos niños y una mujer embarazada.
De acuerdo a los registros no hubo otro accidente con víctimas fatales en la historia de las lanchas. Los distintos propietarios que tuvo el servicio siempre fueron muy precavidos y no viajaban cuando había amenaza de tormentas o el río estaba muy bajo.
Mañana, cuando el reloj marque las dos de la tarde, la embarcación emprenderá su último viaje a Victoria. Una vez más, el progreso abrirá nuevos caminos. Ahora comienza otra historia. El puente ya es una realidad.