"Ahora el hospital Centenario muestra una sala de diálisis que hasta hace unos días no existía". Acodados sobre las paredes de mármol de los Tribunales, dos pacientes del servicio donde se produjo un contagio masivo de hepatitis B dijeron a La Capital que las autoridades de la Unidad de Diálisis del nosocomio montaron una sala que luce impecable sólo para poder mostrarla públicamente. "Ahora hay barbijos y gasas, los enfermeros tienen mamelucos y el esterilizador funciona a full", dijeron. Según ellos, nada de eso ocurría antes de que salieran a la luz el deceso de seis pacientes y el contagio de otros 10. Marcelo Abelleira y Raúl Torrijo Martin fueron ayer a los Tribunales dispuestos a declarar cómo eran atendidos en el lugar donde se desató la epidemia. Ansiosos por contar lo que saben, ambos se reunieron con la fiscal Elida Rivoira, quien el martes pasado impulsó la apertura de una investigación de oficio para determinar si hubo o no negligencia por parte de los responsables del servicio. No pudieron declarar porque, según la explicación que les dio la fiscal, las pesquisas recién comienzan. Abelleira tiene 32 años y Torrijo 33. Los dos se dializan en el hospital Centenario. Hay algo más que los identifica: ambos están aterrados por la posibilidad de contagiarse de hepatitis B e incluso de transmitirla a sus familiares. "A nosotros nadie nos dijo cómo cuidarnos. Si yo me muero no me importa, pero si le pasa a uno de mis dos angelitos (en referencia a sus hijos de seis y un año) sería terrible", dijo Torrijo. Los dos se sentían ayer muy solos. Apenas los acompañaban la esposa de Abelleira, Rosa Martínez, y la madre de Torrijo, María Pilar Torrijo. "Ayer (por anteayer) los otros pacientes nos dijeron que iban a estar con nosotros, pero al final nadie vino", dijo Martínez, muy apesadumbrada. -¿Por qué cree que no vinieron? -Es muy simple: porque tienen miedo a las represalias. -¿Ustedes no? -Nosotros le tenemos más miedo a no hacer nada. Los cuatro coincidieron en algo: los pacientes de diálisis que no se contagiaron de hepatitis B deberían estar sometiéndose al tratamiento en una sala distinta a la de los que ya se enfermaron. "Ya hubo seis muertos y diez contagiados y nosotros seguimos haciendo diálisis en el mismo lugar, con los mismos equipos y enfermeros. Es como estar en manos de Dios: si no nos contagiamos es sólo por un milagro", dijo Torrijo. Hay algo que les molesta más que nada: que los responsables del servicio no les hayan informado acerca del contagio masivo con el virus de la hepatitis B. "Aunque no nos crean, la verdad es que nos enteramos por La Capital", juraron.
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