Año CXXXVI
 Nº 49.830
Rosario,
sábado  03 de
mayo de 2003
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Catástrofe. El agua se alejó dejando un paisaje desolador
Triste regreso al barrio Centenario
La inundación pasó, pero dejó su huella en la cancha de Colón, el legendario Cementerio de los Elefantes

Carlos Roberto Morán / La Capital

Atardece en barrio Centenario, donde la vieja cancha de Colón es el emblema de la zona. Hay basura en las calles cortadas, olores pesados y no hay electricidad. A medida que se avanza por las veredas destruidas evitando las baldosas rotas, los rostros desolados de los vecinos lo dicen todo. Tanto, que quien llega desde sectores menos afectados por el desastre se siente un intruso y hasta teme hacer preguntas que puedan resultar imprudentes.
Comienza a hacer frío. El agua se ha retirado bastante hace algunas horas pero sigue discurriendo por la avenida Juan José Paso, que está recargada de vehículos de todo tipo que procuran atravesar el recién habilitado puente carretero a Santo Tomé.
Hay fuerte control policial, cortes de calles, camiones y autos estacionados que hacen muy difícil avanzar; los peatones zigzaguean entre los vehículos y a lo lejos se observa la reiterada presencia de botes con los que se continúa prestando auxilio a quienes permanecen custodiando sus pertenencias en los techos de sus viviendas anegadas. Los helicópteros de distintas dependencias del gobierno nacional controlan la zona y con el ruido de sus motores tornan -si cabe- más opresivo el ambiente.
Juan, luciendo orgulloso la camiseta de Colón, ha permanecido varios días en el techo de su casa de calle Gobernador Freyre, a media cuadra de Paso. Tuvo tiempo de ayudar a su abuela de 93 años que vivía "a la vuelta" y a dos tíos, pero no pudo salvar sus muebles, ropas y otros enseres que, tras la retirada del agua, se ven percudidos como si muchos años les hubieran pasado por encima.
Vanina, su mujer, cuenta que en muchos lugares de la casa el olor es insoportable y que todo está ganado por un barro desagradable. Es lo que también relata Roberto, quien trabaja en la policía y vive en una gran casa que alberga a 11 personas. Todos se salvaron, pero no las pertenencias. Como casi todos los habitantes del barrio ha perdido prácticamente todo, pero está algo contento porque pudo regresar a su casa.
La cancha de Colón continúa anegada. Símbolo por excelencia del barrio, es observada con nostalgia por los vecinos y los muchos hinchas que la miran con el afecto de quien visita a un ser querido enfermo. Deberá pasar mucho tiempo antes de que el estadio Brigadier López, el legendario Cementerio de los Elefantes, pueda recuperarse para que los jugadores pisen el césped y la hinchada cubra sus tribunas.
No son sus gritos los que se escuchan sino murmullos apagados. Hay ropas tiradas entre el barro, tarros de galletitas, plásticos de toda clase. Sobre la avenida Paso un cartel de señalización derribado por el agua cuenta en su mudez que la reparación a realizar en este y muchos otros sectores de la ciudad demandará tiempo, paciencia ... y mucho dinero.
Pero llega la noche y es hora de guardarse. No hay electricidad y sí un temor generalizado de que arriben los saqueadores. Se afirma que de noche se escuchan tiroteos, que los robos a las viviendas inundadas -a las que ingresarían por los techos- son incesantes.
No se puede precisar si es real o si se trata de una nueva leyenda urbana, pero lo cierto es nadie quiere arriesgarse. Hay que guarecerse, preservar la vida y los pocos bienes que el irascible Salado decidió respetar.



Una instantánea terrible en pleno regreso a los hogares. (Foto: Néstro Juncos)
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