Rodolfo Bella / La Capital
El payaso Piñón Fijo finalmente debutó en Rosario. El cordobés agotó las entradas para las funciones que ofreció el jueves pasado y que se reiterarán hoy, a las 17.30 y las 21, en el estadio cubierto de Newell's Old Boys. La puesta en escena sorprende con un despliegue técnico que envidiaría más de un rockero. Y más de un rockero también desearía para sí la la cantidad, la fidelidad y el entusiasmo del público que sigue al payaso y, sobre todo, la eficacia de la banda musical que lo acompaña en escena. Las canciones pegadizas se suceden de modo que el show tiene picos de euforia y momentos de intimidad. La estrategia crea el suspenso necesario hasta la llegada del ya famoso estribillo que atravesó barreras sociales y tomó la calle por asalto. Misteriosamente, el mantra piñonero "chu-chu-ua, chu-chu-ua", se extendió como una plaga en un rango de edades que va desde el primer año de vida hasta bien avanzada la juventud. En la zona cercana al estadio grupos de chicos bastante creciditos se sumaron ocasionalmente al espectáculo con el cantito que ya cualquiera usa para hacerse el gracioso o con el cual quiere dar testimonio de aquello que de manera regular reitera Piñón: "Todos llevamos un niño dentro". Esa apelación a la existencia de un supuesto infante enquistado eternamente en el alma, y la complicidad con los padres, que apunta a lo maravilloso que es compartir las casi dos horas del show en un clima de comunión, son los dos ejes emotivos del show. Tanto es así que el propio Piñón Fijo se parodia a sí mismo y recuerda en algún momento las reuniones de fe: "Parecemos una secta", dice primero, para luego compararse con el pastor Giménez. Es verdad que algunos padres logran el objetivo de comunicarse con sus chicos, pero otros reciben sólo el desdén y hasta codazos de sus pichones como respuesta a la actitud de compinches. La mención al pastor es uno de los frecuentes guiños del cordobés a los mayores. El otro es una ironía política y se refiere al gobierno de la Alianza, en un juego de palabras cuyos protagonistas son una supuesta señora de Alvarez, su hijo Chacho y un chupete que le conviene abandonar. Piñón Fijo, o en esta ocasión su intérprete, Fabián Gómez, también se solidariza con los efectos de la crisis. Consciente del origen humilde de su trabajo, apela a rescatar el vínculo entre padres e hijos como la mejor recompensa ante la ya folclórica precariedad económica argentina, mientras los aplausos corroboran que el mensaje se entendió.
| |