 |  | Editorial El presidente esperado
 | Poco antes del acto eleccionario ya había quedado en claro que la ansiada renovación no había alcanzado a la política, al menos del modo deseado. Pero aún frente a ese panorama, el pueblo eligió votar con responsabilidad. Y lo hizo apelando al voto conciencia o al voto útil. Y la tranquilidad y puntual asistencia de este domingo seguramente volverán a ser una nueva lección de sana democracia el próximo 18 de mayo. Aquella consigna enfática de que se vayan todos, que en un momento dado parecía resumir el sentir de gran parte de la ciudadanía, fue suplantada por la racionalidad. Y hasta a riesgo de tener más de lo mismo, la mayoría optó por dejarla de lado en procura de una mayor estabilidad institucional. Porque al fin y al cabo, ya quedó demostrado que ante las promesas incumplidas y los desaciertos sucesivos la sociedad es capaz de hacerles frente. Tan sólo resta que la sociedad civil se atreva a dar un gran salto a la política para purificarla permitiendo que se respiren nuevos aires. Pero eso ya llegará. Del futuro presidente se espera que tenga la capacidad suficiente que le permita navegar en medio de esta compleja situación económica y social donde hasta la seguridad jurídica es puesta en tela de juicio. Pero fundamentalmente la gente anhela garantías de honradez en cada acto y ejemplificadora transparencia que erradique la impunidad y corrupción en todas las esferas de su actuación. En suma, el pueblo desea ser conducido no por un superhombre sino por un presidente responsable, confiable, que asegure la gobernabilidad, imponga el orden ante la creciente inseguridad social y transforme al Estado en una institución eficiente. En un país donde la indigencia llega a uno de cada cuatro hogares, el futuro presidente y quienes lo acompañen en su nada fácil misión deberán ser generadores de desarrollo y por ende de empleos dignos para ir poco a poco terminando con la degradante política asistencialista que representa el clientelismo prebendario de viejas prácticas e ir así dando paso a personas con sentido del bien común y deseo de cambio. La reconstrucción de todas las instituciones del país permitirá que los argentinos podamos sentirnos miembros de una sociedad sencillamente previsible. Y también orgullosa de haber recuperado el prestigio y la autoridad moral.
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