El tiempo ha hecho que el padrinazgo presidencial del séptimo hijo varón se convierta en una institución tradicional. Pocos conocen, sin embargo, su origen y sus razones. Menos aún se sabe que la Argentina es el único país que mantiene esa tradición y que el primer padrinazgo se produjo en Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires. Según la leyenda extendida por todo el mundo, el séptimo varón de una familia lleva el estigma del lobizón en las noches de luna llena, sufre una pilosa metamorfosis y sale a depredar como un lobo solitario, hasta que una bala de plata pone fin a sus andanzas y a sus sufrimientos. En la Rusia de los zares, el tema del lobizón y el hecho de que algún súbdito diera a la patria siete hijos varones originó el padrinazgo imperial. Pero la revolución bolchevique arrasó con eso. Años antes de la caída del imperio zarista, muchos alemanes radicados en Rusia emigraron hacia la Argentina. Entre aquellos se encontraba Enrique Brost, casado con Apolonia Holmann, quien se estableció como agricultor en Coronel Pringles. Allí nació, el 8 de octubre de 1907, José Brost, séptimo hijo varón de Enrique y Apolonia, quienes se dirigieron por carta al entonces presidente José Figueroa Alcorta, explicándole las costumbres de su lugar de origen y solicitándole que apadrinara al recién nacido. El mandatario lo aceptó y con Brost nació también en la Argentina la institución del padrinazgo presidencial. El bautismo se cumplió en la iglesia de Santa Rosa el 20 de octubre de 1907, a cargo de un cura de apellido Alfonsín. Increíble.
| |