Gustavo Conti / Ovación
Que a días de unas elecciones tan trascendentes para la historia del país (como todas, pero más aún por los graves acontecimientos que la precedieron) el porcentaje de indecisos sea tan alto no deja de ser un llamado de alerta. Es cierto, el muestreo en dos planteles de fútbol como Central y Newell's es apenas un mojón en el mapa electoral, pero no es una tendencia distinta a la del resto del país, donde muchos son los que aún dudan, en un claro ejemplo de la increíble apatía de una población que hace menos de un año y medio puso en jaque a toda la dirigencia política argentina. Pero todo tiene un sentido y la explicación a este desinterés hay que buscarlo en que la mayoría de los candidatos no emergen de nuevas corrientes políticas sino de las viejas, y en menor o mayor medida protagonizaron la historia reciente. Los fantasmas del pasado parecen polarizar la elección otra vez, entre los pro Menem y los anti. Así, la mayoría de los indecisos aclararon, excepto Carbonari (quien votará a un justicialista pero no decidió cuál), que no votarán al riojano. Asimismo, el crecimiento de López Murphy que parece darse en todo el electorado también se observó entre leprosos y canallas, mientras que no despegaron Carrió, Rodríguez Saá y Kirchner. La izquierda tuvo un solo y previsible voto, con Domínguez. También se observó que esta vez no habrá, como en la última elección, tantos votos en blanco o impugnados, otra tendencia general. Excepto Barros Schelotto, que fue el único que no hizo público su voto por ampararse en el derecho al secreto, Central y Newell's no sorprendieron. Como esperan los candidatos que hoy parecen estar lejos (en muchos casos de acuerdo a encuestas o medios tendenciosos), los indecisos serán los que decidirán la elección.
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