Año CXXXVI
 Nº 49.819
Rosario,
lunes  21 de
abril de 2003
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La conmoción. Ecos del crimen de una chica de 12 años en 27 de Febrero al 2100
El Loco de la Escopeta ahora muestra su voluntad de matar
La policía dice enfrentar a un atacante serial inteligente. Que afianza sus patrones agresivos tirando con plomo

El tirador serial que desde hace 11 años desconcierta a la policía con sus recurrentes escopetazos callejeros se vuelve más agresivo y expone su voluntad de matar de un modo manifiesto. Dos detalles distinguen al ataque que el sábado terminó con la vida de Florencia Rubino, la nena de 12 años herida por perdigonadas en la cabeza cuando viajaba en colectivo, de los más de 70 casos anteriores que la policía adjudica a un único hombre: esta vez venció los límites de su zona habitual de ataque y reemplazó las municiones de goma por postas de plomo. El resultado fue mortal. "Esta vez quiso matar", diagnosticó un investigador policial tras los pasos del escurridizo atacante conocido como el Loco de la Escopeta.
Esas diferencias con respecto a los casos registrados desde el año 1992 no anula en los investigadores la idea de que los ataques con la impronta del Loco son obra de un único hombre. Peritos psicólogos de la fuerza trabajan desde el sábado con el cometido de delinear un perfil psicológico del presunto tirador serial. Para los investigadores, el hecho de que el ataque se produjera en un sitio inesperado y provocara una muerte implica un cambio en el patrón de ataques del psicópata. A su entender, el tirador evoluciona hacia una conducta más agresiva y de efectos más dañosos con el fin de subir peldaños en su escalada delictiva.

Cinco perdigones en la cabeza
El ataque del sábado al mediodía a un interno de la línea 131 en 27 de Febrero y Pueyrredón marcó un quiebre en el accionar del loco. Florencia Rubino, una nena de 12 años que viajaba a su casa de la zona oeste en el asiento ubicado detrás del conductor, falleció tras ser herida por al menos cinco perdigones que le perforaron la cabeza cuando volvía de un frustrado encuentro con sus compañeras de colegio.
Hasta aquí la secuencia de ataques armados a colectivos sólo causaba lesionados, aunque en enero de 1994 una mujer murió en un hecho atribuido al francotirador. Mientras que en todos estos años su radio de acción se centraba en las zonas norte y oeste, en los barrios Azcuénaga y Belgrano y entre las calles Mendoza, Córdoba y Eva Perón, el sábado se desplazó al macrocentro en un gesto que la policía interpreta como una nueva conquista del tirador.
"Se cumple el mismo patrón que en los otros casos. No hay testigos y usó algún ardid para que a los ojos de los demás su acción sea disimulada. Pero esta vez usó munición gruesa", evaluó el jefe de Homicidios, José Luis Juárez.
Hasta ayer se desconocía el calibre del arma usada por el homicida. La policía secuestró entre 7 y 8 perdigones y la tapa de un cartucho que eran sometidos a pericias para determinar su grosor y lugar de fabricación. Lo que sí fue acreditado es que se produjo un solo disparo, que usó munición gruesa de venta libre y que disparó a una distancia de entre 5 y 7 metros, en dirección ascendente.
La hipótesis más firme que manejaba el comité especial convocado por el jefe de la Unidad Regional II para esclarecer el hecho es que disparó desde un auto o camioneta en movimiento que circulaba por la avenida en el carril contrario. Ello está amparado en que "nadie asevera haber visto una persona corriendo" del lugar y descartaría la versión de que el tiro mortal habría salido del interior de un auto celeste metalizado que circulaba junto al 131 al momento del impacto.

El momento del tiro
Según esa "firme" hipótesis, el conductor del vehículo circulaba hacia el este con un arma sobre las piernas y la ventanilla baja. Cuando estuvo a la par del colectivo efectuó un único disparo hacia su objetivo móvil. Luego bajó el arma y continuó la marcha sin aumentar la velocidad porque no fue visto.
Desde el lugar donde el Loco perpetró su último ataque es fácil distinguir los rostros de los pasajeros que viajan en sentido contrario. Sin embargo, los policías descartan que el maniático haya seleccionado puntualmente a su víctima porque en ese caso "usaría un arma con tiro direccional o se apostaría en un techo como francotirador", mientras que el disparo de escopeta dispersa un racimo de perdigones en direcciones múltiples.
Para los pesquisas, el tirador disparó "al bulto" sin ignorar que el resultado de su ataque podía ser mortal: "No eligió el objetivo al azar. Ha disparado buscando notoriedad y ganando proyección en los hechos que realiza. Por el arma y el tipo de munición que utiliza, debió prever que iba a causar un daño mayor", asevero un alto funcionario policial.
Otra pregunta que instala el crimen de Florencia es si los ataques corresponden a uno o más agresores. "Pensamos que se trata de uno solo. Así lo establecen las conclusiones técnicas a las que están arribando los psicólogos", afirmó la fuente. Desde sus comienzos hasta la actualidad, según los peritos, el tirador atravesó por un proceso en el que la violencia de su accionar fue siempre en aumento. Según el resultado preliminar del perfil psicológico, se trataría de un hombre solitario, inteligente, capaz y en nada similar a los delincuentes comunes.
De acuerdo a los distintos fotofits confeccionados por la fuerza, sería un hombre de entre 30 y 40 años, 1,75 metro de estatura, cabello castaño claro y cutis blanco. Las imágenes fueron elaboradas con los dichos de tres testigos de escopetazos a colectivos de media distancia. Profesionales del gabinete criminalístico aseguran que en esos identikits "de la boca para arriba se trata siempre de la misma persona. En todos sale igual".

Temer y no ver
La muerte de una nena de 12 años convirtió la búsqueda del tirador en un tema prioritario para la policía en una pesquisa no exenta de dificultades. Un fenómeno que según los detectives entorpece la investigación es que al producirse el estallido de los vidrios, los pasajeros como el chofer miran lo que pasa dentro del coche y asisten a la persona herida sin observar si alguien escapa o anotar la patente de un auto sospechoso. Esto otorga al escopetero tiempo suficiente para escabullirse sin ser visto. Otro escollo es la ausencia de testigos. Por lo general, pocos vieron algo y menos aún se atreven a declarar. Lo cierto es que anteayer el supuesto maniático traspasó un límite. Tiró a matar y convirtió su juego en una práctica letal.



Ultima aparición de un demente.
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