Brasilia. - Dos aviones rusos transportaron una carga de uranio que Brasil vendió a Irak en 1981, destinado a desarrollar la bomba atómica, asegura el libro "Saddam, amigo de Brasil: la historia secreta de la conexión Bagdad", que traza las relaciones entre los dos países en las décadas de los 70 y 80, durante la dictadura militar brasileña (1964-85).
Los aviones rusos salieron de San José dos Campos, en el Estado de San Pablo, centro de la industria aeronáutica brasileña con rumbo a Bagdad, explica el autor del libro, el periodista Leonardo Attuch, en una entrevista al Jornal do Brasil de ayer.
"Las autoridades brasileñas sabían que la finalidad (del uranio) era desarrollar la bomba atómica ya que Irak, que posee las mayores reservas de gas natural del mundo, nunca necesitó energía nuclear", dice.
Según el periodista, el brigadier Hugo Piva, que posteriormente fue contratado para desarrollar misiles para el régimen de Saddam, coordinó las exportaciones de uranio para Irak.
"El confirma que no cabía al gobierno brasileño averiguar cuál sería la utilización de aquel uranio. También revela que las exportaciones no fueron controladas por agencias internacionales", dice el periodista.
Frutos de la cooperación
La cooperación militar entre los dos países comenzó a finales de los años 70. Inicialmente, se pensaba en desarrollar conjuntamente sistemas de misiles balísticos, antes de emigrar para el campo nuclear, con el envío de uranio.
Attuch pone de relieve la cooperación que mantuvo el régimen de Irak con Brasil en aquella época.
Brasil se benefició de su no adhesión al embargo impuesto por el Reino Unido y Estados Unidos en 1972 a Irak, cuando Saddam Hussein nacionalizó la producción nacional de petróleo, lo que le valió a Brasilia la gratitud del dictador iraquí, que ordenó vender crudo al país sudamericano en condiciones especialmente ventajosas.
Brasil vendió a Irak alimentos, automóviles y realizó las mayores obras de ingeniería en el país árabe, asegura el autor del libro, lo que llevó el flujo comercial entre los dos países en aquella época a 30.000 millones de dólares.
Joao Figueiredo, que fue el último presidente de la dictadura brasileña, se refería a Saddam Hussein como su "gran buen amigo".
En aquella época el puesto de embajador en Bagdad era uno de los más importantes de la diplomacia brasileña, aunque el periodista señala que durante el período en que Brasil colaboró con Irak, Saddam fue también desarrolló una alianza con los Estados Unidos, cuando lanzó la cruenta guerra que mantuvo con Irán (1980-88). (AFP)