La reestructuración de las instituciones luego del desprestigio ganado por la clase política es una de las preocupaciones del ex coronel Juan Jaime Cesio. A pesar de la incertidumbre que percibe en la población, quien fuera uno de los fundadores del Centro de Militares Argentinos para la Democracia (Cemida), sostiene que "desde los sectores más postergados muchos tratan de levantar un barrilete muy pesado". El ex militar, expulsado por acompañar los reclamos democráticos, analiza la situación del país. -¿Cómo están hoy los argentinos? -Vivimos una situación muy difícil, nunca vi algo peor. La gente está muy preocupada por la guerra en Irak, pero también por las próximas elecciones. Antes votábamos por los menos malos, ahora se trata de hallar a los menos peores. Es terrible la idea de que Menem pueda llegar a una segunda vuelta. Pero, no todos los políticos son mediocres, hay excepciones; son candidatos con pocas posibilidades de ganar. Veo un gran desconcierto. Aunque, a pesar de haber sido muy golpeados y de estar desconsolados, aún hay esperanzas. -¿Cuáles fueron los resortes que posibilitaron los cambios socio culturales de los últimos diez años? -Desde Alfonsín, la carta triunfal era la democracia. El se atrevió a juzgar a la junta militar. Pero no se cumplió con aquello de que con la democracia se come, se vive y se educa. Después vino De la Rúa, un infeliz. Y con Duhalde, no nos hundimos de milagro. Nos dicen que hay un cierto crecimiento del país, de la balanza comercial y que bajó el dólar, pero todo eso no repercute en la población de bajos recursos. Nos han sacado capacidades, pero aún así hay fuerzas y se remonta un barrilete que pesa toneladas. Hay riquezas en la gente y en el país. Como siempre, los más pobres y la clase media baja, son quienes estructuran respuestas. No son banqueros, empresarios o financistas quienes intentan levantar el pesado barrilete. La gente sumergida es la que trabaja, retoma fábricas y arma cooperativas, en un ejemplo de esfuerzo colectivo. - ¿Hay recuerdo o respeto por las raíces -culturales, históricas, artísticas, referidas a lo que podría llamarse patria? - Existe miedo de decir la palabra patria y falta devoción por la bandera. Esos valores fueron manipulados a pesar del esfuerzo de la escuela pública, donde se trabajó y trabaja con gran dedicación, aunque los sueldos sean paupérrimos. - ¿El cambio social pasa por la educación? -Desde la educación vienen los cambios verdaderos. El niño se forma en el hogar y en la escuela. Pero es muy fuerte la influencia de la televisión. En muchas casas la tele invade las cenas de la familia porque los padres están muertos de cansancio tras trabajar en dos lugares o dedicarse a procurar un puesto o algún tipo de sustento para sobrevivir. En lo educativo también se debe atender al papel que juega Internet: a pesar de su valioso aporte, muchísimas veces es mal usado. Pero, el problema central de la educación es la pérdida del hábito de la lectura. De todas formas, hay muchos chicos -calificados como descarriados- que no se dejan llevar y buscan. -¿La caída de la clase política arrastró a las instituciones? -Sostengo que la clase política cayó en desprestigio, pero en mi libro "La cocina del cuartel", también afirmo que no sólo los políticos están de desprestigiados, no olvidemos a los financistas, empresarios y algunos sindicalistas. Aún después de lo terrible que resulta que alguien como Barrionuevo siga en la política, las instituciones políticas no fueron destruidas. "Que se vayan todos" es un grito que no sirve, lo necesario es renovar esos espacios, recrearlos y reconstruirlos. Admiro a los piqueteros que cortan rutas con lluvia, frío y hambre, pero los gobiernos se burlan de ellos y tratan de usarlos como clientes. Los cacerolazos se convirtieron en expresiones del propio bolsillo. Las manifestaciones contra la Corte de Justicia, de espantoso comportamiento, se fueron callando a medida que se liberaron los ahorros. Pero, al empezar a cumplir con la obligación de devolver el patrimonio de los ahorristas, parece que nos olvidamos de ello y pasó a ser una institución digna. -¿Se puede pensar que hay algo por donde pase hoy el ser argentino, como un sentimiento de pertenencia a un territorio, un ámbito o una cultura propia? -El concepto del llamado ser argentino también ha sido muy manipulado. Quizás hoy pase por la capacidad para enfrentar la crisis, por la solidaridad que se expresa en las mujeres que sin dinero organizan comedores comunitarios, en los cartoneros que se juntan y colaboran con donaciones para los más marginados. -¿La palabra perdió significación como vehículo de las ideas? -La palabra -hablada o escrita- es el único vehículo de la civilización. Hay transmisión de palabras de gente muy generosa, pero que no se difunden porque no interesa que seamos buena gente, sino que cumplamos las reglas. -¿La acción ha desplazado al debate? -No se puede suplir entre si, no hay acción sin una ideología que sustente el hacer, debe haber una estructura conceptual que dé sentido al accionar.
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