El Mago lo buscaba por todos lados, con confianza, con la firme pero segura mirada del Luli Mancini siguiendo atentamente cada uno de sus movimientos. El Mago estaba concentrado, atento a cada cambio de ritmo del mallorquín Moyá, quizás uno de los jugadores que más admira del circuito. Lo buscó tanto que al final lo quebró. Una devolución de Moyá se fue larga y el aplauso se alzó estentóreo, unánime: Coria acababa de ganar, se ubicaba en la final de Montecarlo y ahora está ante la gran chance de subir un escalón más que importante en el ránking. No hubo festejo "a lo Matador Salas", pero sí una estudiada reverencia a los cuatro costados del court, una de ellas hacia los príncipes. Y casi como si no lo pudiera creer, se dirigió raudo hasta la red y fue afectuosamente saludado por su rival, un jugador excepcional que sucumbió ante un Coria enchufado. Y después, una ceremonia repetida. En febrero pasado, cuando Moyá le ganó la final del torneo AT&T en Buenos Aires, Coria no dudó un instante en pedirle la remera sudada del triunfo al español. Y justo cuando el relator de la cadena Espn revivía aquel episodio, las imágenes en Montecarlo mostraron -audio incluido- el pedido de Coria. Con total claridad se escuchó la respuesta de Moyá: "¿Quieres esta -señalando una en su bolso-, o esta, con la que me ganaste...? Una u otra daba lo mismo, cualquiera de las dos era el trofeo más preciado para el pibe.
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