La eutanasia legalizada está confirmando los peores miedos de quienes se oponían a ella. Los últimos casos de suicidio asistido, que han implicado a personas relativamente sanas, han dado credibilidad a los críticos que temían que se violarían las leyes sobre eutanasia. En uno de estos últimos casos, el Tribunal Supremo holandés juzgó a fines del años pasado la culpabilidad del médico Philip Sutorius por ayudar a morir a un hombre anciano, que "estaba cansado de vivir". Sutorius dio al antiguo miembro del Senado, Edwar Brongersma, de 86 años, un cóctel letal de medicamentos, que el paciente se administró a sí mismo. Brongersma gozaba de buena condición física. Un tribunal de inferior categoría dictaminó inicialmente que el médico no era culpable de violar las normas holandesas que regulan la práctica de la eutanasia, pero luego un tribunal superior lo procesó. El director de la Sociedad Holandesa de Eutanasia Voluntaria afirmó que la sentencia lo decepcionó. Otro caso que implicaba a un enfermo no terminal tuvo lugar en Bélgica. Mario Verstraete, que sufría de esclerosis múltiple, murió como resultado de una inyección letal el 30 de septiembre del año pasado, sólo una semana después de que la nueva ley entrara en vigor.
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