Los cristianos recordarán a partir de hoy la pasión, crucifixión y muerte de Jesús, conmemoración central de la Semana Santa que comenzó el pasado Domingo de Ramos, con la llegada del Mesías a Jerusalén, y que culminará este Domingo de Pascua, con la Resurrección. Los cristianos practicantes destinan la Semana Santa al ayuno y la penitencia en espera de la Pascua, cuya fecha es móvil: tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena conjunta o posterior al 20 de marzo, día en que suele comenzar la primavera en el hemisferio norte. Durante la Ultima Cena Jesús consagró el pan y el vino, de allí que el Jueves Santo se oficie la Misa del Crisma, en la que el Papa renueva los votos y bendice el aceite y el bálsamo que se usarán para administrar los sacramentos del bautismo, la confirmación, la ordenación y la extremaunción, durante el año. El Viernes Santo tiene lugar el Vía Crucis, procesión que en Roma se lleva a cabo en cercanías de las ruinas del antiguo Coliseo, en el que tantos cristianos fueron echados a las fieras para diversión del emperador. Ese día los fieles se privan de comer carne de animal de sangre caliente. Pero contrariamente a lo que se cree, no se trata de un precepto, ni de una doctrina, sino de una costumbre basada en la necesidad de ser sobrios: en los tiempos de Jesús el pescado era casi gratuito y la carne roja era sólo para los ricos. El Viernes Santo es para los cristianos una jornada gris, de inmensa tristeza y luto, porque ese día Cristo fue crucificado. Según Marcos, Jesús fue crucificado en la "hora tercia" (9 de la mañana), y coincide con Mateo en que "entregó el alma a la hora nona" (3 de la tarde); pero Lucas dice que murió a la "hora sexta" (mediodía) y Juan, que fue juzgado por Pilato hasta la "hora sexta". De esto puede presumirse que Jesús estuvo en la cruz entre tres y seis horas, en la víspera del sábado previo a la Pascua del año 35 o 36 de nuestra era. Puesto que la tradición imponía que en Pascua nadie pudiese ser muerto violentamente, se cree que se apuró la muerte de Jesús y de los ladrones, aplicándole puntazos y quebrándoles las piernas. Pero según la tradición esenia, secta judía contemporánea de los fariseos y los saduceos, pero que practicaba la justicia y la virtud, Cristo fue descolgado vivo y curado con ungüentos y compresas. El Nuevo Testamento, por su parte, señala que en la mañana del sábado José de Arimatea y Nicodemo descolgaron a Jesús que manaba sangre por sus heridas (de ser así, no murió en la cruz, porque los muertos no sangran) que lo envolvieron en una sábana y que lo depositaron en un sepulcro, sin que nadie decretara oficialmente su muerte. "Y el primer día de la semana (o sea el domingo) vino María Magdalena de mañana (...) y vio quitada la losa" (San Juan XXI.1). La mujer creyó que habían robado el cuerpo y huyó espantada a darle la mala nueva a Pedro, agregan las Escrituras. Pero Jesús se le presentó y le dijo que había resucitado, y lo mismo hizo después ante sus incrédulos apóstoles, hasta convencerlos, salvo Judas, quien arrepentido, había devuelto las monedas y se había ahorcado. (Télam)
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