Año CXXXVI
 Nº 49.815
Rosario,
jueves  17 de
abril de 2003
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Guerra en el Golfo. Las víctimas inocentes de los bombardeos aliados
Los niños iraquíes pagan caro el conflicto que sacude a su país
Vagan desamparados por las calles. Una gran mayoría sufre desnutrición, está enferma y sin educación

Beatriz Lecumberri

Bagdad. - El niño iraquí Alí Ismael Abbas, de 12 años, es el símbolo del sufrimiento de las víctimas inocentes de la guerra de Irak. Millones de personas en todo el mundo vieron las imágenes del niño que perdió a sus padres y hermanos en un ataque con misiles de las tropas aliadas sobre Bagdad, que sufrió quemaduras graves en todo el cuerpo y al que le fueron amputados ambos brazos. La BBC mostró ayer imágenes de la cara de Alí, surcada por el dolor, cuando el niño, cuya vida corre peligro, llegó a Kuwait para ser tratado en una clínica especial.
La historia de Alí es tan cruel y real como la de otros cientos de niños que vagan desamparados por las calles de Bagdad sin poder ir a la escuela, esperan una operación en los hospitales o no paran de llorar por sus familiares muertos ni consiguen dormir desde que comenzaron los bombardeos sobre la capital iraquí. "Las consecuencias de la guerra en estos niños son una incógnita todavía. Por ahora, estamos más preocupados en curarles las heridas físicas. Aunque las secuelas tardarán en manifestarse, ya vemos a niños con pesadillas, llanto inconsolable, miedo a quedarse solos, pérdida del apetito", declaró un pediatra Hassem Rahi, del hospital infantil Saddam de Bagdad.
La Unicef calcula que antes de la guerra había un millón de niños menores de cinco años desnutridos crónicos en Irak, es decir, un cuarto de la población total de esta edad. Según Rahi, el consumo de agua en mal estado y la falta de alimentos durante el conflicto agravará estas cifras.
Hace semanas que ninguno de estos niños puede ir a la escuela y tardarán en volver, ya que el colegio, situada a pocos metros, ha sido saqueado y destruido, como muchos otros. Según Dan Jalid Al-Dhayi, portavoz de la Unicef en Bagdad, un cuarto de los niños iraquíes no está escolarizado y esta situación sólo empeorará con la destrucción generada por la guerra. "Nunca los niños iraquíes habían estado tan desprotegidos", asegura, en su oficina, completamente saqueada por los ladrones la semana pasada.
En la céntrica calle Al Rashid, Abbas y Mustafá acompañan a su padre al Banco Central, edificio que está a punto de derrumbarse después de ser pasto de las llamas, para robar el dinero iraquí que no ha sido destrozado por el fuego. "¡Ni Bush ni Saddam!", repiten bien aleccionados por sus mayores, mientras hurgan entre las ruinas en busca de dinares como si se tratara de un juego. A su lado está Ahmed, uno de sus primos, al que una poliomielitis le impide caminar correctamente desde hace años y adentrarse en las ruinas. "Hacía falta una medicina de Jordania pero debido al embargo no la encontramos", explica su padre.
En Al-Sadr City, ex Saddam City, la gran favela shiíta al noroeste de Bagdad, ajenos al conflicto, los niños juegan al fútbol entre el barro mal oliente y la pobreza más absoluta. En una de las casuchas, Haura Ala, de 12 años, asegura que tiene miedo a dormir por las noches. Huérfana de padre, la niña se ve obligada a cocinar, limpiar la casa y cuidar de sus tres hermanos menores mientras su madre trabaja para mantenerlos. Su sueño, convertirse un día en médico para curar a gente herida como la que vio en los últimos días. "Antes en la escuela nos obligaban a decir cada día «Nuestra sangre, nuestra vida es para ti, Saddam». Ahora veo sus retratos rotos, sus estatuas destrozadas y la gente dice que es malo. No sé por qué, a mí me dan más miedo los estadounidenses", dice tímidamente. (AFP)



Alí, el niño que quedó sin brazos, atendido en Kuwait.
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