José M. Petunchi / La Capital
Miguel Russo tiene mucho trabajo por delante. La caída ante Vélez y el empate del sábado ante Colón así lo demostraron. No tanto por este último resultado sino por lo deficiente que resultó el funcionamiento canalla. Aunque esto hoy, y con los resultados puestos de los demás partidos, tenga un valor bastante relativo, ya que recibió un guiño cómplice de los equipos y lo que el sábado tenía sabor a derrota terminó siendo una buena igualdad. Al fin y al cabo se le alejó otro punto a Unión, y le sacó uno a Talleres y Chicago (lo que le valió salir de la promoción), y le descontó otro a Banfield. Pero más allá de esta buena nueva que recibieron ayer con los demás resultados, no alcanza para disimular los opacos 90 minutos que entregaron si de fútbol se trata. Esta situación, no obstante, no habrá sorprendido al técnico auriazul, quien en la semana dejó dos sentencias para tener muy en cuenta. La primera: "Los rivales empiezan a encontrarnos la vuelta. Tenemos que resolver eso". Y la segunda: "Nosotros salimos a buscar los partidos, y eso hace que a veces dejemos espacios". Lamentablemente para Central estas aseveraciones del DT se cumplieron a rajatabla. Además de agregar otro ítem preocupante, como el hecho de haber repetido uno de los pecados capitales que cometió ante Vélez: entraron dormidos. Demasiadas ventajas a la hora de jugarse lo que juega. Porque ante Colón fue un equipo descompensado, que tuvo la virtud de buscar siempre, pero que se desordenó en esa búsqueda y dejó muchos espacios en el fondo que ante otros rivales puede pagar caro. Tuvo muchas dificultades a la hora de generar juego, pero además tuvo muchos inconvenientes a la espalda de ellos. Un tema que se repite y no pudieron subsanar ni Paulo Ferrari -bajó mucho su rendimiento en los últimos cotejos- ni Emiliano Papa. Tampoco el trajín del Negro Quinteros en el medio. Todo esto hace que en algunos pasajes del partido se convierta en un equipo contundente cuando ataca y en otro vulnerable cuando defiende. Por lo pronto, Russo ya tiene resuelta la primera parte: conoce el mal. Ahora falta lo más difícil, extirparlo.
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