Vincent van Gogh (1853-1890), el guerrero furibundo con pincel, el irracional cortador de orejas, el pintor sin éxito, el decepcionado suicida. Como ningún otro artista de la era moderna, Van Gogh, que dejó más de 800 pinturas y 1.400 dibujos, ha vivido en los mitos en torno a su persona. Pero en el 150º aniversario de su nacimiento, que se cumplió ayer, todas esas leyendas sobre el sufrimiento y la pasión del hijo de un sacerdote nacido en Zundert (Brabante) han perdido fuerza. El historiador y periodista alemán Stefan Koldehoff revisó la vida de Van Gogh en un intenso trabajo de archivo y de análisis de los textos que existen sobre él. "Quería transformar el mito Vincent en el ser humano Van Gogh", comenta Koldehoff, y se asombra de que nadie antes que él hubiera estudiado en detalle los documentos sobre la "otra" biografía del artista. En el libro "Van Gogh. Mito y realidad", Koldehoff revisa las decenas de clisés, entre las que figuran el supuesto fracaso del pintor con las mujeres así como la legendaria amputación de su oreja. "Lo más probable es que se haya lastimado o cortado el lóbulo", relata. También la historia según la cual en vida sólo vendió un cuadro es rebatida por el autor con declaraciones históricas y facturas sobre la venta de varias pinturas. Una pieza esencial en la cadena que dio origen a todas las leyendas es la obra del crítico de arte Julius Meier-Graefe (1867- 1935), que entonces era muy influyente. Desde comienzos del siglo XIX, el primer biógrafo de Van Gogh relacionó fantasía y realidad, en parte por razones materiales, ya que él mismo poseía varios cuadros. Meier-Graefe elaboró una interesante trayectoria vital, para poder ubicar las obras en el mercado, y transformó así al artista holandés en un héroe ascético. Cuando en 1956 el realizador Vincente Minnelli relató la vida del pintor en la popular película "El loco del pelo rojo" ("Lust for life"), con Kirk Douglas, se basó en una novela exitosa, que a su vez utilizó de manera efectista las ocurrencias de Meier-Graefe. "Desde entonces, tenemos todo eso en la cabeza -resume Koldehoff-. Pero las constantes repeticiones no hacen más reales las leyendas". Así, Van Gogh era todo menos un pintor extático. De las numerosas cartas que escribió a su hermano Theo se desprende que fue un "hombre autorreflexivo, que manifestaba pensamientos muy modernos sobre sí mismo y sobre el mundo", dice el experto alemán. El pintor quiso lograr el éxito en el mundo del arte con "Los comedores de patatas", en 1885, una obra que ya entonces no era moderna y la que preparó con numerosos bocetos. Su hermano Theo tenía la tarea de enviar numerosas reproducciones de la sombría pintura a los galeristas. Poco después en París, el supuesto solitario perteneció a un activo círculo de artistas, intercambió cuadros con Lucien Pissarro y Emile Bernard, recibió reconocimiento de Lautrec y Degas y comenzó la más adelante problemática amistad con Paul Gauguin. Bajo el sol de Provence, donde el pintor posiblemente epiléptico al parecer estuvo a punto de volverse loco, surgen más de cien dibujos y pinturas a partir de 1888, que hoy son las obras más significativas del pintor: la serie de los "Girasoles", el "Café nocturno" o el retrato de mujer "La Berceuse". El historiador alemán también duda de la leyenda romántica que señala que el "Campo de trigo con cuervos" de 1890 fue la última pintura del maestro y muestra el lugar en el se produjo luego el trágico disparo en el estómago. La obra con las nubes y las espigas empujadas por el viento posiblemente surgió semanas antes de la muerte en Auvers. De hecho, el amigo y médico del artista, Paul Ferdinand Gachet, pintó en 1904 una calle de Auvers con el título "El lugar en el que se suicidó Vincent". Pero el director Minnelli se decidió por el pintoresco campo de trigo. El éxito dio la razón a la táctica de Meier-Graefe, como lo demuestran los cientos de miles de visitantes de cada exposición de Van Gogh que se celebra en el mundo. Y esto no ocurre sólo desde que en 1990 se subastara el "Retrato del Dr. Gachet" al precio récord de 82,5 millones de dólares (ver aparte). Ya en 1914 las obras del holandés figuraban entre las más caras. En consecuencia, se realizaron tantas falsificaciones que ya en 1930 fue necesario realizar un índice de ellas.
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