Eduardo Caniglia / La Capital
El martes 27 de septiembre de 1994 Juan José Sagardía llegó a la sucursal del Banco Nación de la ciudad de Santa Fe. Había estado de vacaciones y como tesorero de la entidad debía abrir el tesoro. Un día antes no lo había podido hacer porque su segundo, Mario César Fendrich, el hombre que se había llevado 3.200.000 pesos, había retrasado 24 horas el reloj trigonométrico de la puerta de entrada. Pero Sagardía todavía no sabía que faltaba el dinero. El tesorero ingresó acompañado por el gerente. Primero se sorprendió cuando se dio cuenta que habían desaparecido algunos dólares, pero no se preocupó. El paso siguiente fue abrir el tesoro reserva y allí ya no quedaron dudas. El superior de Fendrich advirtió que la puerta estaba abierta y los dos empleados vieron asombrados cómo se habían esfumado 30 mil billetes de 100 pesos. Un rato después, un cartel firmado por Fendrich en el que anunciaba que había recogido el efectivo, despejaría todas las incógnitas. Sagardía había comenzado su carrera bancaria hacía 33 años, en la sucursal del Banco Nación de la localidad de Canals. El faltante de dinero lo impactó porque "nunca habría pensado que uno de los nuestros podría tocar la plata". Tampoco imaginó el desenlace que tuvo el suceso. Cinco días después, un grupo de representantes del directorio del Banco Nación llegó a Santa Fe para comunicarle que había sido despedido por "falta de confianza". "Lo primero que dije fue «esto se asemeja al tango Cambalache. El que no roba es un gil y a los que vivimos por derecha nos dejan cesantes». El Estado no respetó ninguno de los derechos que yo tenía. Pasó por encima de la Constitución, el convenio colectivo y las reglamentaciones internas. Me echaron sin sumario previo", explica Sagardía con tono mesurado, aunque firme. Este cordobés nacido hace 58 años en el pequeño pueblo de Ucacha no sólo debió vivir el trance amargo de que lo despidieran sin indemnización. También debió bancarse que las autoridades del Banco Nación presentaran una querella penal para resarcirse del daño económico y que los cuatro empleados cesanteados se hicieran cargo del faltante del dinero. En este caso, una resolución del ex juez Víctor Brusa sobreseyó a Sagardía al considerar que "yo no tenía la responsabilidad de la custodia de los bienes del banco porque estaba de vacaciones". El paso siguiente de Sagardía fue asumir su condición de desocupado. Había pasado 33 años de su vida detrás de los escritorios del banco y entonces lo invadieron las preguntas acerca de lo que había pasado, pero las incógnitas no "lo enloquecieron". El contexto familiar, su fe religiosa y una situación económica acomodada lo ayudaron a sobrellevar la situación. Después de estar un año inactivo y mientras su esposa manejaba un comercio, Sagardía planeó su futuro. Y entonces comenzó a tomar forma un sueño que había tenido desde siempre y que había comenzado a forjar en el Banco Nación: una mutual que brindara atención médica a empleados bancarios jerarquizados. Cuando un grupo de amigos lo invitó a dirigir la institución no lo dudó y desde ese momento trabaja "las 24 horas" en la iniciativa. Hoy es el presidente y el gerente de la Mutual del Personal Jerárquico de Bancos Oficiales, una entidad que presta servicios de salud a 40 mil trabajadores bancarios de todo el país. "Me ayudó porque estoy en una actividad vinculada con el ámbito bancario", explica. -¿Se sintió defraudado por Fendrich? -No. En realidad yo me acuerdo todas las mañanas del directorio. Lo viví como una injusticia porque el directorio no tenía el derecho para actuar sobre las personas como lo hizo. Ellos eran políticos a cargo de una entidad del Estado y no tenían la potestad constitucional para hacer lo que quisieran. Usaron el autoritarismo de la democracia. Fendrich es un delincuente, pero lo asumió. Los otros que decían ser honestos y capaces tenían los dedos manchados con el contrato de IBM (por el cual se pagaron sobreprecios millonarios para la informatización del Banco Nación), y tuvieron el tupé de declararme cesante y de querer cobrarnos la deuda. En su relato, Sagardía no puede disimular que todavía sobrevuela en su mente el recuerdo de lo que ocurrió el 23 de septiembre de 1994 y acepta que "todas las mañanas me despierto soñando con la tesorería". Aunque intenta soslayarlo, tal vez nunca podrá despegarse de las imágenes que le provocaron una profunda desazón. "Gallego, me llevé 3 millones de pesos y 180 mil dólares", rezaba el cartel que dejó Fendrich en el tesoro del Banco Nación.
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