El financista Mariano Perel debía millones de dólares para la época en que apareció muerto de un balazo en la nuca junto a su esposa, y ese es para los investigadores policiales uno de los motivos que lo llevó a matar a su esposa y suicidarse. Según el informe de inteligencia incorporado a la causa por una comisión especialmente convocada por la Justicia de Dolores, Perel tenía cerca de 12 mil pesos de ingresos mensuales, aunque gastaba más de 30 mil. De la documentación recolectada durante la investigación, los peritos contables determinaron que para enero del 2001, un mes antes de las muertes, el financista debía afrontar gastos por 32.183 pesos y que, incluso, había solicitado un crédito bancario para costear el fin de semana del hecho en Cariló. También establecieron que Perel, quien dedicó parte de su vida laboral a "trabajar dinero en negro", debía elevadas sumas a gente de su entorno laboral, social y familiar. A su amigo Mario Sujoy, por ejemplo, le adeudaba 350 mil dólares; a su colaborador José Luis Daste, en tanto, debía retribuirle 60 mil dólares, mientras que mantenía una deuda por una hipoteca con la inmobiliaria Tizado por 300 mil dólares. A la empresa Visa, por una tarjeta Gold, le adeudaba 3.200 pesos, a American Express, más de 5 mil, y en una cuenta corriente del banco Río tenía más de 8 mil pesos de descubierto, según consta en el informe. Además, Perel afrontaba una hipoteca de 200 mil dólares por el departamento en el que vivía, en Juncal 3158 y que estaba a nombre de su hermana Roxana, una abogada vinculada al financista en muchas de sus actividades. El empresario, indica el informe, era dueño de varias firmas financieras sin actividad y Colthau SA, que para la fecha de las muertes tenía una deuda por 450 mil dólares. También era dueño de la empresa familiar Huerta Linda que estaba en cesación de pagos. Finalmente, tenía una empresa de seguridad, JAC, mientras trabajaba para el banco Mercurio, y era directivo de Intermonetary Latinoamericana, una firma creada en Uruguay, con una filial en Argentina, a su cargo. Para la época de su muerte, el financista trabajaba para la empresa Johnson en la Argentina, donde su tarea era vender productos de esa marca en el país. Su contacto era Jim Smith, un directivo de esa firma en Estados Unidos.
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