Año CXXXVI
 Nº 49.742
Rosario,
lunes  03 de
febrero de 2003
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Editorial
EPE: ¿un caso perdido?

Los rosarinos lo saben bien, a tal punto que cualquier referencia al tema suele desembocar en sobrentendidos: la compañía que los provee de energía eléctrica dista de ser un modelo de eficiencia. Sin embargo, ese multitudinario y silencioso consenso -que se erige en diagnóstico lapidario sobre la calidad de una gestión- no resulta suficiente para modificar el transcurso de los hechos. Por el contrario, completamente ajenos a las permanentes quejas de los usuarios, los responsables de la Empresa Provincial de la Energía (EPE) continúan dirigiendo el barco por el mismo, imperturbable rumbo. Semejantes niveles de sordera provocarían sorpresa en cualquier sociedad medianamente ordenada. Pero en la Argentina, muchas veces, el acostumbramiento al caos y la resignación ciudadana a convivir con el abuso permiten la continuidad de lo injustificable.
Los datos no resultan novedosos, si bien resignifican periódicamente su pesada carga de cuestionamiento. La Capital reveló en su edición de ayer que la compañía pierde por año la friolera de noventa millones de pesos como consecuencia del hurto de energía y los problemas técnicos. Y agregó un elemento que suma preocupación a lo preocupante: la mayoría de los robos se produce por intermedio de complejas conexiones subterráneas. Esto pareciera indicar que necesariamente existen empleados desleales. Y, por ende, ignorancia o complicidad de sus superiores jerárquicos.
¿Se trata, entonces, de un caso perdido? Ciertamente que no. Más allá de la obvia falacia -probada por la historia reciente del país- de que la privatización constituye el único camino para eficientizar una empresa estatal, existe un abanico de alternativas para lograrlo, entre las que se destaca la cogestión. Esta posibilidad, que nunca fue tenida en cuenta, implica la conservación por parte del Estado del paquete mayoritario de acciones, aunque cediendo el gerenciamiento a manos privadas; incluso, con la participación de los trabajadores.
Pero cuando la tozudez se impone, el diálogo y la búsqueda de soluciones se convierten en vías muertas. El primer paso para cambiar las cosas consiste en la firme voluntad de cambiarlas. Aunque esa voluntad, al menos por ahora, resulte invisible.


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