Herbert Winkler
Washington.- El presidente George W. Bush intentó convencer en su discurso sobre el Estado de la Nación a un mundo escéptico y un país preocupado acerca de la necesidad de una política sin compromisos hacia Irak. En sus palabras en la noche del martes, el mandatario no dejó dudas de que Estados Unidos llevará su confrontación con Irak hasta las armas incluso unilateralmente. Impedir que un régimen fuera de la ley someta a la tiranía a Medio Oriente y a todo el mundo es una guerra justificada, afirmó Bush. El discurso del presidente fue una importante etapa en el camino a decidir si la paz tiene todavía una oportunidad. Un 84 por ciento de los estadounidenses consideró de forma positiva el mensaje, de acuerdo con una encuesta hecha tras la emisión, pero los analistas creen que pese a ello el presidente deberá ejercer mucha labor todavía para convencer a sus ciudadanos. Bush presionó además para que el día de la decisión llegue más bien pronto que tarde y los aliados con dudas en el Consejo de Seguridad por fin tomen partido. El presidente no presentó muchos nuevos argumentos en su discurso en el Capitolio. Irak, Irán y Corea del Norte, calificados hace un año como el "Eje del mal", volvieron a ser los protagonistas principales. Bush usó la crisis en la península coreana como ejemplo de que debe evitarse que otro dictador, Saddam Hussein, logre tener acceso a armas de destrucción masiva, puesto que la contención sola no alcanza. Apenas terminado su discurso los comentaristas estadounidenses señalaron que es poco probable que el jefe de Estado haya convencido a los miembros del Consejo de Seguridad que se oponen a la guerra: Francia, Rusia, China y Alemania. Tampoco se callaron los críticos en el seno del propio Congreso norteamericano. El senador demócrata Edward Kennedy quiere que haya una nueva resolución de la ONU que permita el ataque a Irak y el representante demócrata y ex líder de la cámara baja, Tom Daschle, reclamó más pruebas. La presión de Bush para acelerar los tiempos está relacionada con un motivo de política interna. Como si la cuestión de la "guerra o la paz" no fuese suficientemente importante, en el discurso considerado más importante de Bush desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 se trataba sobre todo para el político republicano de ganar credibilidad y asegurarse posibilidades de ser reelegido en 2004. El tiempo no sólo se acaba para Saddam, sino también para Bush, para presentar de forma convincente ante el mundo su política iraquí, consideró el comentarista Jim Hoaglan. En la prensa los observadores estadounidenses señalan con preocupación el "antiamericanismo emocional" que ha generado la política exterior y de seguridad de Bush. Cuando promedia el mandato del político, ya nadie se pregunta si hay que confiar en Saddam Hussein sino si es posible confiar o no en Washington, expresaron varios periodistas con una mezcla de incredulidad y temor. Simultáneamente cae el apoyo a Bush en su propio país. Apenas un poco menos del 50 por ciento de los ciudadanos apoya plenamente su gestión, frente a cifras de casi un 90 por ciento tras los atentados del 11 de septiembre y del 73 por ciento hace un año. Hace unos pocos meses el republicano parecía aún imbatible, ahora ya no. Los demócratas, empujados a la defensiva por la ola patriótica antiterrorista que sacudió el país, han tomado nuevo impulso y atacan abiertamente al jefe de la Casa Blanca. La pregunta "¿Por qué ahora?" que se hacen los europeos respecto de Irak ocupa asimismo a los estadounidenses. Pero la preocupación en la nación se relaciona sobre todo con la débil situación económica y las temidas consecuencias de una invasión a Irak sobre el crecimiento, los mercados de acciones y el empleo. El proyecto de Bush de recortar los impuestos en 674.000 millones de dólares más encuentra pocos partidarios incluso en su propio partido. El mandatario usó por ello todo su poder de persuasión para que los estadounidenses lo secunden, ante el recuerdo fresco de la experiencia de su padre, que tras la victoria en Irak en 1991 perdió la reelección un año después debido a las dudas acerca de su competencia en política económica. (DPA)
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