Año CXXXVI
 Nº 49.738
Rosario,
jueves  30 de
enero de 2003
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La verdadera batalla de Sharon comienza con la formación de su futuro gobierno
Luego de lograr una aplastante victoria con el Likud, el premier tiene 42 días para pactar un Ejecutivo

Jerusalén. - El primer ministro israelí, Ariel Sharon, salió victorioso de las elecciones parlamentarias en Israel, aunque nunca un ganador tuvo sus manos tan atadas a la hora de formar una coalición. Y, por otra parte, un perdedor nunca tuvo tanto poder para impedir la formación de un gobierno estable como el líder del Partido Laborista, Amram Mitzna, según la visión de los analistas.
Sharon, cuyo partido (Likud) obtuvo el martes 37 de los 120 escaños del Parlamento, está preocupado por la formación del nuevo gobierno debido a que los laboristas han recalcado que se quedarán en la oposición con sus 19 parlamentarios.
Como "una victoria pírrica" calificó al triunfo de la derecha el columnista Yoel Marcus en el diario Haaretz, al recordar que en noviembre pasado Sharon perdió a los laboristas en su gobierno de unidad nacional por no ceder a su entonces líder, Benjamín Ben Eliezer, una partida presupuestaria de unos pocos millones de dólares que le pedía para fortalecer su liderazgo en las filas pacifistas.
"Sharon venció al laborismo, que de cualquier forma estaba ya en la cuerda floja, incrementó significativamente la representación del Likud en el Parlamento, pero por encima de todo, se perjudicó a sí mismo", afirma en ese sentido el columnista. Se refiere al hecho de que en la actual constelación política, y con el Partido Laborista afuera, el primer ministro se quedó sin demasiadas opciones para formar un gobierno estable y que no "horrorice" a la comunidad internacional.
Paradójicamente, es la negativa de Mitzna a unirse al gobierno liderado por el Likud lo que está determinando las maniobras de coalición de Sharon, forzándolo a optar entre otras alternativas que, según los analistas, lo entusiasman menos. Mitzna disfruta de su posición privilegiada, a pesar de que su partido afrontó las elecciones como la mayor fracción de la Knesset, de 120 escaños, y terminó con sólo 19 escaños, en su peor resultado.
En base a los resultados del escrutinio, la alternativa más fácil para Sharon con vistas a una coalición de unidad incluyendo a los laboristas es formar una coalición con los partidos derechistas y religiosos. Esta, de todas formas, se considera que es la opción que menos prefiere. Esto le daría 67 escaños sobre 120 en la Knesset, pero a su vez se traduciría en inestabilidad.

La alternativa más fácil
Esto supondría formar gobierno con la ultranacionalista Unión Nacional y un Shas cuyo jefe espiritual, el rabino Ovadia Yosef, dijo el último fin de semana que su histórico fallo rabínico de evacuar asentamientos a cambio de paz queda anulado. El rechazo que le produce a Sharon formar un gobierno de extrema derecha pasó desapercibido a numerosos israelíes debido a un problema técnico de la televisión israelí, que le entrevistaba tras su victoria. Justo cuando se cortó el micrófono, Sharon aseguró que "preferiría ir a otras elecciones antes que formar gobierno con Avigdor Liberman (líder de la Unión Nacional)", según reprodujo la periodista que lo entrevistó.
"Sharon no se ve a sí mismo como el líder de la coalición. Eso detendría todo el progreso político, empujaría a expulsar al presidente Yasser Arafat, y alejaría a Israel de los créditos estadounidenses", afirmó el Haaretz. Victorioso, Sharon anunció el martes a la nación que quiere formar un gobierno de unidad nacional.
Para hacerlo, tendría que persuadir a Mitzna para que olvide su solemne promesa de resistirse al "encanto" político de Sharon. Pero si el líder laborista lo hará o no, incluso aunque la alternativa sea vivir en la oposición, sigue siendo un punto discutible. Esto no sólo defraudaría a quienes creyeron en el laborismo cuando dijo que ofrecía una alternativa a las políticas de Sharon, sino que también perjudicaría la posición de Mitzna como líder de su partido, posición que los resultados de la elección no han ayudado a consolidar.
De todas formas, con varias importantes figuras del laborismo que añoran la coalición con Sharon, que terminó en noviembre justo antes de que Mitzna obtuviera el liderazgo del partido, Mitzna podría encontrarse defendiendo su posición en dos frentes opuestos. Sharon también podría descubrir que un gobierno de unidad nacional trae consigo su propio peso político. Para incorporar al laborismo, debería mostrar flexibilidad en sus posturas frente a temas como el conflicto palestino-israelí. Otra esperanza sería que Shimon Peres "haga reflexionar" a los laboristas para que formen gobierno con Sharon.

El sorprendente Shinui
Quien claramente salió victorioso es el partido anticlerical Shinui, que dobló su representación en el Knesset de 6 a 15 escaños. El líder de Shinui, Tommy Lapid, pidió que de sumarse a la coalición, esta sea la de un gobierno de unidad secular, dominado por su partido, el Likud y los laboristas, sin los partidos ultraortodoxos.
Para Shinui entrar en el gobierno no es una opción sino más bien una necesidad, ya que le resultaría muy difícil cumplir con su promesa de debilitar lo que llama "el control ultraortodoxo sobre la sociedad y el presupuesto" estando en la oposición.
Pero la determinación de Shinui de formar parte del gobierno -Lapid incluso llamó a los laboristas a deponer a Mitzna si se niega a unirse a una coalición de unidad- podría suscitar un conflicto entre Sharon, sus votantes y su partido. En caso de entrar el Shinui en la coalición, Sharon debería deshacerse del partido ultraortodoxo Shas, cuyos partidarios se encuentran ideológicamente cercanos al Likud y que realizó un pacto informal con el partido gobernante que el premier podría estar poco dispuesto a finalizar. De todas formas quizá no tenga opción.
Sharon tiene 28 días para formar un gobierno, más un agregado de 14 días, a partir de que el presidente Moshev Katsav le haga el ofrecimiento formal. La última opción de Sharon es llamar a nuevas elecciones si es incapaz de formar una coalición. Esto podría obligar al Partido Laborista a unirse al gobierno. O llevaría a los israelíes a las urnas, una vez más. (AFP y DPA)


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