Tanto esperar para esto seguramente se habrá preguntado el arquero Julio César Gaona en el entretiempo cuando por recomendación del médico Pablo Colella debió abandonar el campo por un fuerte traumatismo indirecto en la zona lumbar. Para colmo la lesión se produjo después de que el refuerzo canalla descolgara con acierto un centro desde la derecha.
Igualmente en los cuarenta y cinco minutos que estuvo en la cancha le pasaron cosas. Sin ser muy exigido, quedó la sensación de que en el gol de Turienzo se tiró un poco a destiempo. Encima la pelota antes de entrar rebotó en el palo y en su cuerpo. No sería justo caerle con el martillo de la culpabilidad exclusiva, pero el cabezazo fue una pelota atajable, más allá de que la defensa no contribuyó demasiado para salvarlo.
Tiene el crédito abierto por dos cosas: cuenta con la aprobación incondicional del entrenador y con el tiempo necesario para demostrar sus condiciones.
El bautismo de Messera con la camiseta de Central debe instalarse en otra dimensión. Ni por asomo jugó como él lo sabe hacer. Pero en la explicación de Russo debe entenderse la principal causa de este flojo debut. Como todavía no conoce los movimientos de Figueroa, Gustavo y Vitamina, ayer quedaron en evidencia sus imprecisiones en jugadas de resolución rápida. En la columna del haber hay que anotarle un poroto cuando en el primer tiempo lo habilitó a Ferrari por derecha y el centro del Loncho, previa intervención de Figueroa, terminó en un remate desviado de Gustavo.
En la etapa final se soltó un poco más, supo encontrar su posición para juntarse con el Mellizo, Lucho y Delgado, y hasta tuvo su chance con un disparo que se fue besando el palo izquierdo de Olave.
Por ser el primero, la actuación rozó lo irregular. Pero su talento está fuera de discusión y más allá de un mero partido veraniego.
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La Ciudad
